CRÍTICA DE ARTE– Marco Rodrigo Mariño Frías

Por: Umar Klert Ghov

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El arte pictórico hacia la objetivación  del pensamiento podría entenderse como plasmar en el lienzo  la realidad de lo más obvio del pensamiento; pero lo cierto es que el arte visual a partir del aparecimiento del  impresionismo pone de moda la libertad del raciocinio del pintor, en mi apreciación particular, no para crear belleza, sino para que la mente del espectador logre niveles de percepción fuera de lo común, de modo que la realidad de la pintura alcance diversas interpretaciones y establece el tiempo y la realidad en la secuencialidad de los colores, las formas,  los tipos de líneas que convergen hacia el fin anhelado; pero  de manera particular en el conjunto de aspectos que abarcan  el todo en ese intento de particularizar la verdad en el arte,  o sea , profundizar en  la creación artística como un fin social, moral, etc. Tal es la aproximación de la obra del pintor Marco Mariño Frías quien recurre a los estilos pictóricos sin agotar la singularidad que los caracteriza, metaforizándolos como un rasgo peculiar y distintivo de su genio creador. 

En la década del 70, nos llegan noticias de acontecimientos de gran importancia, como: la celebración del primer año del Día de la Tierra. El aparecimiento de los grupos ecologistas en defensa de la tierra y en contra de la destrucción de la mano del hombre. En ese mismo año nace en Ecuador el pintor Marco Rodrigo Mariño Frías. Desde sus primeros años de vida ya mostraba cierta precocidad para la pintura, avizorando creaciones que vaticinan se convertirá en un admirado artista plástico. Su comienzo en el arte nos recuerda la historia de renombrados pintores de la humanidad.

Entre las obras más destacadas de Marco Mariño está el cuadro “Destrucción”: Es una obra de avistamiento muy cercano al expresionismo, toda vez que este estilo del arte visual también se caracteriza por la manifestación del caos, dolor, confusión, locura; se evidencia, en no muchos centímetros de pintura, la inminencia de la destrucción de la naturaleza. En el centro del cuadro la escena de terror y muerte, la escena de la devastación y luego un escenario de enorme desolación, un horizonte de colores que agonizan en una distancia doliente, la herramienta como evidencia del crimen yacente en medio del suceso.  La mano del hombre cuyas venas se trasforman en raíces sobre la superficie de la tierra, habitando en medio   de la catástrofe.  El caos en su máxima expresión. El cuadro es un clamor espantoso, un grito silencioso que retumba en la conciencia. A partir de esto se advierte que las interrogantes que plantea el autor de esta obra en las delineaciones que forman el todo de esta creación,  son: ¿Dejaremos que mueran la última mariposa y el último colibrí? ¿Qué debemos hacer para que no mueran? El autor de este cuadro debería convertirlo en un mural en la Mitad del Mundo para exhibirlo para siempre y tendría más valor universal que el “Guernica”, ya que esta pintura, titulada “Destrucción”, no únicamente simboliza la desaparición de la naturaleza, sino igualmente la hecatombe de la especie humana.

MUJER AMAZÓNICA

Después de tan sobrecogedor acontecimiento protagonizado por la mano, que en el cuadro es la representación del mal: De la tierra emerge la impresionante figura de la mujer de la Amazonía, cuya mirada hacia el más allá revela el mensaje de proteger la naturaleza en la continuidad del tiempo. Es la representación de la vida, del amor. Es el retrato de la Madre Naturaleza con esa mirada de esperanza, con ese rostro atrapado en el tiempo y en la boca esas palabras que todos  hemos pronunciado. Jeroglíficos invisibles en el  acabado de los labios. Pinceladas interminables para retratar la perfección. Colores que van y vienen en la poquedad del especio. En esta pintura, “Mujer Amazónica”: Los trazos se acomodan a la superficie como atajos hacia la prontitud del esplendor de la vida y  la  naturaleza en ciernes. La simetría del camino de la existencia en las hojas logradas en pigmentos 

mezclados con el aliento de la vida en la selva. La forma de ordenamiento de los elementos para amalgama la síntesis de la naturaleza y su perfectibilidad. Para esto el pintor Marco Mariño, indudablemente que debió recurrir al estudio de pigmentos que le permitan establecer una luz, cuya textura tuviera la semejanza de la claridad en la selva, una luz que ha llegado hasta ahí atravesando las tupidas hojas de los árboles, sorteando la virginidad de la vegetación. Finalmente, la realización se establece de manera perenne en el presente en tal prolongación indefinida, atemporal. 

En la obra “Mujer Andina”: La gran montaña, los campos de cultivos en un verdor venturoso, en un verdor de  amistad con la tierra. Parcelas cultivadas para el sustento de la vida; pero sobre la totalidad se impone la supremacía de la  mujer, como una realidad total. En este cuadro el artista Marco Mariño pinta la anhelada libertad de la mujer indígena, su amor por la tierra. La mujer indígena es la alegría de los campos verdes, la felicidad de la cosecha de los frutos de la tierra. Las pinceladas no cesan, la búsqueda de la luz, luz de un porvenir radiante, una luz del color de la esperanza. La figura de la mujer empequeñece cuanto hay a su alrededor, La reunión de las líneas  en un solo punto disminuyen  las dimensiones, sobre todo la vertical del gélido coloso, no obstante superior al resto de la  composición del paisaje, todo esto con la finalidad de sobredimensionar la grandeza corporal e histórica de la mujer. Los trazos nos conducen a los espacios sembrados que simbolizan las conquistas logradas por el hombre aborigen de América, en tanto que esa pequeña área sin sembrar representa lo que falta por lograr para enarbolar en lo más alto la dignidad de  hombres y mujeres herederos del Tahuantinsuyo.

En el año 2019 algunos arqueólogos encontraron el objeto de piedra afilado más antiguo en la historia del hombre, el lugar del hallazgo es Etiopía, país del continente africano. Esto valida todos los estudios que afirman que la vida humana comenzó en el continente africano. Este cuadro “Mujer negra” del pintor ecuatoriano Marco Mariño, nos retrotrae al estudio realizado por Allan Charles Wilson sobre la Eva mitocondrial, a partir de entonces aparecieron varios artículos en las revistas más famosas de ciencia y en los periódicos más importantes, entre los artículos destaca el titulado “Madre biológica de todos: Biólogos especulan que la “Eva” vivió en África Subsahariana”.

Es evidente que los trazos que se unen en sus extremos y con libertad de movimiento al momento de la composición, dan como resultado la concepción de un rostro de mujer de tal singularidad real que mitifica la expresión, a la par que singulariza la representación de la mujer de todos los tiempos; en tanto que el “paño africano”, de realización perfecta, para establecer el significado de los orígenes de la especie humana. Las líneas de extremos consecutivos para lograr una belleza fuera de lo común y fijar la apariencia de las hijas de Eva en el color del principio. Lo destacado anteriormente  en nada le resta importancia a la universalidad del mensaje: tal es así que la coloración de la tela establece la relación convencional de la violencia de género en el mundo. El pintor Marco Mariño tuvo el cuidado de reposar la intensidad del color y con esto expresar que la mujer ha logrado muchas conquistas, pero que aún hay espacios por conquistar. Es sorprendente el recurso técnico pictórico  de Marco Mariño con el cual logra una mirada de profunda carga psicológica. En esa espontaneidad de la  mirada, dirigida con mucha fuerza e intensidad al espectador hay grafías que se unen en un antes y un después.

En la conjugación de varias perspectivas: Las piedras que conforman las columnas sobre las que descansa el umbral, no  son de nuestro tiempo, posiblemente de los tiempos incaicos. Las columnas con bloques sobrepuestos al estilo de las edificaciones precolombinas. En este cuadro denominado “PORTAL”, el pintor Marco Mariño recrea figuras incaicas de forma indefinida, o sea haciendo uso del estilo conocido como abstraccionismo,  con el fin de hacer prevalecer el concepto en detrimento de la representación figurativa. Cuando hablamos de concepto, no  nos  estamos refiriendo al  arte en sí, sino a las figuras indescriptibles a simple vista que se observan en las columnas de la entrada. Al parecer son bloques de piedra traídos hasta aquí desde las ruinas de una ciudad inca, pincelada en la superficie de las rocas para que la  sucesión de puntos interrelacionados formen figuras representativas de las costumbres  y la cosmovisión de los Incas. Los “Cuatro Suyos”, representados en los cuatro bloques de piedra de la izquierda son: Chinchasuyo, Collasuyo, Continsuyo y Antisuyo antes de la llegada de los españoles, mientras que los de la derecha representan los tiempos de la conquista. Esta sencilla pintura es de un gran contenido histórico: El “Portal” rememora la entrada al territorio del Tahuantinsuyo, La erupción del volcán como acontecimiento histórico, toda vez que el Tungurahua fue el primer volcán que erupcionó en tiempo de la guerra de la conquista, la misma que perdieron debido a las creencias de los nativos, ya que creyeron que se trataba de un castigo divino.

La pintura del Artista plástico Marco Rodrigo Mariño Frías, es sin lugar a duda de un contenido social de gran significancia y a la par de gran calidad artística: Sus pinturas son espontáneas, es por esto por lo que en la tranquilidad del color se desliza un mensaje adicional que difiere con la composición general de la obra. Se advierte la lentitud de los trazos para detener la urgencia del espectador. Son muchos los momentos en que las líneas en distintas direcciones, establecidas de manera intencional, diversifican el significado de la obra. A pesar del conocimiento académico del arte pictórico, es bueno saber que su obra no se ha contaminado del pensamiento crítico, o sea, del pensamiento ilustrado, con lo cual una pintura pierde la calidad de obra de arte.  Por el contrario, la obra de Marco Mariño abarca la comprensión sin reparar en el nivel intelectual del espectador; lo que al mismo tiempo nos renueva la esperanza de que las artes plásticas siguen tan vigentes como en los tiempos de los “Salones de Paris”, en el siglo XVIII.

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