Morir, ese espacio de incertidumbre donde no sabemos si después de tanta vida podremos vibrar de tanta muerte, es un verbo que los iniciados en las brazas encendidazas de la tierra no podrán conjugar, porque su dimensión más allá de ellos mismos, se funde con los cuatro ejes de la vida, porque su esencia alquimista ha transmutado la piel en tea de imaginarios colectivos.
Luis A. de Borja, a quien desde la graficación arquitectónica de los espacios, tendremos presente desde ahora en el palpitar urbano, es de aquellos que se perfilaron desde Ser y servir, desde darse con yapa y sin resquemores en el combate cotidiano de todos aquellos que amamos nuestra provincia, contra los enemigos que hoy más que nunca nos acechan, tenemos los más bajos niveles de desarrollo humano en el país, la autoestima se siente resquebrajada frente a las crisis individuales y colectivas; todo esto porque no se entiende o no se ha querido entender que ningún plan de desarrollo no puede darse si no se vincula la cultura a su fundamental visión. La identidad ese valor de ser, sentir y actuar nace de la interrelación de nuestra historia con las utopías a construir; si sentimos sin prejuicios nace de proyectar a quienes realmente fueron bandera por el desarrollo y plantearnos que nosotros también seremos suma de blasones en el futuro a construir.
Este monumento que nos convoca, es fundamental para que las cosechas no queden truncas. Digo esto en la certeza de que el homenaje no es solamente a Luis A. de Borja; el monumento es un recordatorio permanente de que nosotros estamos en la obligación de dar a nuestra ciudad más allá de lo que la sociedad nos demanda. El monumento es un fluir visual para que las amnesias colectivas no nos desarraiguen de esta tierra bendita que todos amamos.
Frente a la grandeza de Luis A. de Borja, he caído en el mea culpa de cuanto me falta para servir en debida forma a mi provincia. El primer recuerdo que tengo de este insigne Riobambeño es a través de la institución que amo profundamente, donde su trabajo fue impulso imprescindible para la creación de la Casa de la Cultura Núcleo de Chimborazo el 13 de febrero de 1953, para la recuperación en los imaginarios de esa ciudad a mediados del siglo pasado de la memoria de su hermana la poeta de hogueras interminables, Luz Elisa Borja Martínez, a través de la publicación de sus poemarios “Cofre Romántico” y “La Bella Durmiente”, y del aporte que desde su familia se dio para que la Casa tenga un espacio físico donde actualmente funciona en la Diez de agosto y Rocafuerte.
De acuerdo a las investigaciones de Carlos Ortiz Arellano y Gladis Barriga, cuyos libros coincidencialmente acabamos de lanzar en la Casa de la Cultura, Luis A. de Borja nació en nuestra ciudad el 24 de diciembre de 1887, su transito por los espacios siempre fue desde el amor a la palabra y la cultura; en 1910 en Madrid editó su primera novela “Amor Exelso”. Viajero incansable se nutrió con lo más exquisito de la cultura de América, África y Europa, para 1912 ya tenía varias publicaciones en España y Francia. Es indiscutible que Luis A. de Borja fue uno de los personajes más trascendentes para la cultura de nuestra ciudad en la primera mitad del siglo pasado.
Irreducible en su amor a la ciudad fue quien nos permitió saber de forma definitiva que el 21 de abril de 1822 alcanzamos nuestra independencia y empinamos a la patria a la libertad final en mayo. “ Por todos los medios a su alcance, sostuvo la tesis de que esa victoria en Riobamba del ejercito libertador fue decisiva en la conquista de nuestra independencia”.[1]
Según el historiador Carlos Ortiz Arellano, los Parques que hoy tenemos como patrimonio son fruto de su gestión desde la vida pública en el Concejo Cantonal, el Consejo Provincial, la Gobernación y desde el ejercicio periodístico. A él le debemos obras como los parques Sucre, La Libertad, 21 de Abril (Loma de Quito), la rectificación del ferrocarril, los mercados de la Merced y San Francisco, la carretera a Baños…
La palabra ese diablo o esa diabla signó su nombre, desde este llover mañanas se propuso escribir cuatro libros de los cuales alcanzó a publicar 2 “Cabalgando sobre los andes” (texto reeditado en la campaña provincial de lectura 100 joyas para leer) y “En pos e las mujeres”, quedando en los abismos del tiempo “Bregando hasta la muerte” y “Con el pasado a Cuestas”, por el acabose infranqueable de la piel.
Luis A. de Borja, los huesos del hombre se desvanecen mientras la proyección del hacer nos alimenta en la identidad colectiva que estamos empeñados en construir, la muerte para su talla es un sofisma, una lluvia de pájaros en vuelo por sus palabras ¿Qué no nos dio este hombre? ¿Qué hemos devuelto a su historia?. Si olvidamos morimos en la ignominia del autoexilio, si olvidamos se extingue esa explosión permanente que se hace himno por y para Riobamba en la transformación sin temores del destino…
[1] Carlos Ortiz Arellano / Cien Figuras en la historia e Chimborazo / Casa de la Cultura de Chimborazo 2008.
Tomado de la página web del escritor Gabriel Cisneros Abedrabbo
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