LA RAMA FEMENINA DE LA FAMILIA MALDONADO

Feb 14, 2022 | La casa la hacemos todas y todos | 0 Comentarios

By Raúl Guaman

Ponencia con la que se incorporó a la Academia Nacional de Historia el Dr.Carlos Ortiz Arellano

1.- Introducción

1.1.- Por qué y para qué el tema:

– Por el interés que pueda despertar en los investigadores de la historia.
– Por un intento de reivindicación de la figura femenina en la sociedad colonial.
– Para contribuir a la recordación del tricentenario del natalicio de Pedro Vicente Maldonado.
– Para proporcionar una nueva dirección en esta clase de estudios, en los que se repite, casi sin análisis, la misma tesis de la desigualdad, y hasta de la inferioridad del elemento femenino con respecto al masculino, que es el que ha dominado.

1.2.- Qué va a contener esta exposición:

– Una introducción sobre la situación de la mujer en el siglo XVIII: educación, matrimonio, religiosidad, etc.
– Información recuperada con respecto a las principales representantes de la rama femenina de la familia Maldonado Palomino.

2.- La mujer y su papel en la sociedad colonial

La situación de la mujer en este contexto se puede resumir en pocas ideas: La educación se hacía principalmente en el hogar. No se había contemplado el ingreso de la mujer ni al colegio, menos aún a la universidad. Le bastaba con la formación que se le daba en materia religiosa y en función de un papel básico de madre de familia que le tocaría desempeñar. Las excepciones que se dieron en cuanto a preparación intelectual, artística y cultural, especialmente en Riobamba, fueron objeto de admiración para los intelectuales extranjeros que visitaron nuestro territorio en este siglo.

En cuanto al matrimonio, la norma era realizarlo en temprana edad. Las primeras nupcias de la mujer, en casi todos los casos de mujeres, se celebraban entre los 13 y 14 años. Se podría deducir que, en este período de nuestra historia, los jóvenes alcanzaban más tempranamente la madurez necesaria para enfrentarse al matrimonio. Esto de la corta edad de la mujer permitía que fueran frecuentes las segundas y hasta las terceras nupcias luego de la primera o segunda viudez.

El aporte de la mujer al matrimonio seguía siendo importante en las familias de alto rango; la dote que el padre de la novia entregaba a su hijo político, mediante un documento, consistía en muchos casos en un capital impresionante consistente en terrenos, casas, haciendas, joyas, vestidos, hasta esclavos. La revisión de esas cartas dotales, a la distancia de los siglos, nos causa sorpresa y admiración. Debe saberse, además, que los bienes contenidos en la dote eran casi sagrados; el esposo favorecido con ellos estaba en la obligación de conservarlos y de incrementarlos, porque tenía que entregar cuentas a la muerte de la esposa.

La maternidad era considerada una bendición del cielo. No es raro que la esposa traiga hijos al mundo casi cada año. Es frecuente encontrar datos sobre madres de 8, 10, 12 y más hijos. Y si en el segundo matrimonio persistía esa fecundidad, nos enfrentamos a casos de familias que casi se convertían en clanes. Era asimismo bastante común el enlace entre personas de un grupo reducido de familias, en una sociedad cerrada.

En contraposición, hay que consignar el hecho de hogares que no lograron ver sobrevivir a sus hijos, porque enfermedades como el sarampión, la viruela, la fiebre amarilla, la tifoidea, el paludismo, los iban arrebatando desde temprana edad. (De los 13 nietos de Pedro Vicente Maldonado, solamente sobrevivieron 2).

En esta solidez de la vida familiar, en el siglo XVIII las autoridades civiles y eclesiásticas condenaban con severidad los concubinatos o los amancebamientos públicos, que no por ello dejaban de existir, con la provocación del consiguiente escándalo. Los libros de las iglesias parroquiales se refieren a gran cantidad de hijos naturales, hijos de madre soltera y padre no conocido, o de niños expuestos a las puertas de alguna casa o convento.
Es realmente notable la cantidad de mujeres de las familias de alta clase social que se dedicaban, por voluntad de sus padres o por propia decisión, a la vida religiosa en los conventos de Carmelitas en Quito o de Conceptas en Riobamba. De las seis hermanas de Pedro Vicente Maldonado, por ejemplo, 3 se hicieron monjas.

3.- Las principales figuras femeninas de esta historia.

Pongamos en primer lugar a la abuela materna:

3.1.- MARÍA DE RIVERA Y VILLAVICENCIO

Firmaba generalmente con sus apellidos en ese orden, aunque deberían ser “de Villavicencio y Rivera”.  Había sido viuda del Sr. Carlos de Velasco. Se casó con Don Antonio Palomino Flores en 1668; le dieron una dote consistente en muchas propiedades. Este fue el origen de los bienes de la familia Maldonado. Era una persona muy devota, y entre las donaciones que hizo con su esposo consta la institución de una capellanía en beneficio de la iglesia de la Virgen de Agua Santa en el pueblo de los Baños. (Recordamos que uno de los parques de la ciudad de Baños se llama “General Palomino Flores”; y allí se le ha levantado un monumento). Óscar Efrén Reyes, en su libro sobre Baños, es de la opinión de que la verdadera benefactora fue Doña María de Villavicencio y Ribera, porque ella era la propietaria de todas esas tierras, por herencia de sus padres.

En su testamento de 8 hojas, de 12 de abril de 1697, ante el Escribano Juan de Garnica, Doña María de Villavicencio declara tener «una alfombra de lana de colores de 6 varas y media (5 m 46 cm.) que mandó a hacer para que sirviera en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario en cada año en la iglesia de Santo Domingo». Se dispone que esa prenda pase a favor de su hija María Isidora Palomino, y que se use en esa fiesta y en la de Santa Rosa de Santa María, en la iglesia de Santo Domingo. Estas fiestas estaban mantenidas por Doña María Villavicencio y su marido. La obligación pasa a Don Pedro Atanasio Maldonado y su esposa María Isidora Palomino. El testamento fue entregado cerrado al Escribano el 28 de abril. Doña María hizo un nuevo testamento el 18 de abril de 1698. Debió haber fallecido entre 1698 y 1702. El 20 de marzo de 1702, el Corregidor de Riobamba, General Francisco Rodríguez, intervino en el conocimiento del testamento cerrado que la señora había dejado y que se había hallado en una caja en las casas de Don Pedro Atanasio, su yerno. Doña María se había ausentado a sus haciendas de la jurisdicción de Ambato y había muerto en el pueblo de Pelileo, según los testigos que habían firmado en ese testamento. (Consignamos el dato de que en enero de 1698 Doña María de Villavicencio actuó como testigo en el matrimonio en Chambo del Gobernador Felipe Usca con Doña Martina Curisisa).

Del matrimonio Palomino Villavicencio nacieron varios hijos, de los cuales nos interesa María Isidora, madre de los Maldonado.

3.2.- La madre: MARÍA ISIDORA PALOMINO

No tenemos la fecha de su nacimiento, pero por el dato del matrimonio, podríamos ubicarla hacia 1677, pues las mujeres se casaban a los 13 años, y aun antes de cumplirlos. Era hija del General y Alférez Real de la villa de Riobamba, Antonio Palomino Flores, y de Doña María de Rivera y Villavicencio. Se casó con Don Pedro Atanasio Maldonado Sotomayor, de Arequipa, Caballero de Alcántara. Y con ese matrimonio ingresó a la historia de una de las familias más importantes de la Real Audiencia de Quito en este período. Según los autores Costales-Peñaherrera, Don Pedro Atanasio había otorgado un poder en Lima, el 17 de noviembre de 1690, para contraer matrimonio con María Isidora Palomino; actuó el Capitán Francisco José Palomino, hermano de la contrayente. El matrimonio se realizó, según ello, por poder, antes de que viniera Don Pedro a Riobamba, o en alguna ausencia temporal de este a Lima. En 1691 el General Antonio Palomino entregó como dote a su hija María Isidora la casa que tenía en la traza de la villa, para su matrimonio con Pedro Atanasio Maldonado. (Costales, «Los Maldonado»).

En agosto de 1704, Don Pedro Atanasio se hallaba en Quito. Su esposa gestionó un préstamo, y comprometió el pago con estos bienes: 17 manadas de ovejas en Igualata; Obraje de San Nicolás de Mira en Guambaló; hacienda de 16 caballerías, con 10 indios, también en Guambaló.
No hemos logrado hallar más datos sobre Doña María Isidora, que falleció en 1717.
Los esposos Maldonado Palomino tuvieron 9 hijos. Seis fueron mujeres: Rosa Nicolasa.- Elena Magdalena.- Nicolasa Ambrosia.- Teresa Casilda.- Isabel de San Luis.- Clara Antonia.

3.3.- Las hermanas de Pedro Vicente Maldonado

3.3.1.- ROSA NICOLASA MALDONADO SOTOMAYOR

Es la primera nombrada entre las hijas en el testamento de Pedro Atanasio, en 1724. Por los datos que se conocen, debió ser la segunda hija y haber nacido hacia 1695. Su matrimonio con el Maestre de Campo Juan Esteban de Villavicencio y Torres se realizó en 1711. Hemos hallado, aunque fragmentada, la escritura de dote que entregaron Pedro Atanasio y su mujer, el 29 de agosto de 1711, al General Juan Esteban, que ya estaba casado con Rosa Nicolasa. Le habían ofrecido 10 mil pesos; le dan, en realidad, 11.733 pesos, especialmente en las haciendas de Ganquis y San Juan; él entregó en arras 2.000 pesos. En ese mismo documento se dice que la abuela de Doña Rosa, Doña Isabel María de Aramburu le ha enviado 2 ollas desde Arequipa.


La fecha 1711 para el matrimonio se confirmaría, también, con la fecha de nacimiento – abril de 1712 – del hijo de la pareja: José Anselmo de Villavicencio Maldonado. Juan Esteban tenía parentesco con su mujer. Por los datos que siguen, era mayor que ella. El General Juan Esteban de Villavicencio fue un personaje de gran trascendencia en la actividad social de Riobamba. Desempeñó varios cargos, como el de Corregidor de Chimbo en dos ocasiones. Doña Rosa, por esa razón, administró varias pulperías en el asiento de Chimbo, en el que adquirieron también algunas haciendas, que pasaron a ser de la señora Maldonado, después de la muerte trágica del esposo, en enero de 1724. Desempeñaba también el alto cargo de Alférez Real de la villa.

Como dato importante podemos consignar el de que Juan Esteban, en el ejercicio de sus funciones de Alcalde de primer voto y Teniente General de Corregidor, fabricó, con su dinero, la fuente de la Plaza Mayor de la villa, que le costó más de 4.000 pesos, según testimonio posterior de su hijo José Anselmo. Tenía una pila de agua en su casa. Doña Rosa compró una esclava, Petrona Maldonado, que había sido de su padre.

La muerte del General Villavicencio ocurrió el 10 de enero de 1724, entre las dos y tres de la mañana, a consecuencia de las heridas de bala inferidas por Don Agustín Argüello. Fue un hecho de sangre que se ha referido a propósito de la biografía de su cuñado Pedro Vicente Maldonado. Todos los autores cuentan que el Alférez Real Villavicencio fue asesinado a balazos en el incidente con unos ladrones que se resistieron al arresto que pretendían hacer las autoridades del Cabildo, entre las que se hallaba el padre de Rosa Nicolasa, Don Pedro Atanasio, que era uno de los Alcaldes. Uno de los ladrones fue Agustín Argüello; el otro se llamaba Pedro Díaz. En el encuentro murió también un religioso agustino, Fray Lucas de Chiriboga (no se aclara por qué motivo). La viuda solicitó a las autoridades una investigación sobre los hechos.

La inesperada muerte de Juan Esteban causó problemas financieros a la familia, pues quedaron compromisos sin cubrir por fianzas, administración de diezmos, pago de tributos y otras cuentas. Quedaron 3 hijos vivos, pues otros habían muerto en tierna edad. Dos de los hijos sobrevivientes, Juan Ubaldo (bautizado el 18 de mayo de 1722; padrinos: Bernardo de León y Mendoza y Francisca de Villavicencio y Torres) y Francisco Antonio (bautizado en octubre de 1723; puesto óleo y crisma el 30 de julio de 1724; padrinos: José Dávalos y Elena Maldonado), fallecieron también poco después de la muerte del padre, razón por la cual pasaron a Doña Rosa las 2 partes de la herencia paterna. El tercero de los hijos, José Anselmo, sobrevivió y llegó a ser General y Conde del Real Agrado.

Doña Rosa, al quedar viuda, dio poder a su cuñado Pedro de Nájera para la administración de sus bienes y para el cobro de sus haberes y los de sus hijos menores. También usó de la facultad que tenía para nombrar capellanes; en diciembre de 1724, por ejemplo, nombró para una de esas capellanías, a su cuñado el Maestro Hipólito de Villavicencio. En febrero de 1726, Doña Rosa, en calidad de albacea y tenedora de bienes de su difunto marido, dio poder a su hermano el Dr. José Antonio, cura de Latacunga. Doña Rosa concurrió, el 18 de marzo de 1727, a la división y partición de bienes dejados por su padre y administrados hasta esa fecha por José Antonio. La herencia que le correspondió fue relativamente pequeña. Los bienes de su difunto esposo eran muchos:

– Casas en el barrio de San Francisco, con 16 divisiones, con una pileta, y bien adornada: 16.000 pesos.
– Hacienda de San Juan (dote), mejorada, con Obrajuelo.
– Hacienda de ovejas de La Calera de San Juan: 6.200 pesos.
– Hacienda – y Obraje – de Tunshi: 8.500 pesos.
– Hacienda de Salinas – antes del matrimonio -, en Chimbo: 25.310 pesos.
– Hacienda de Asagtús, Chambo: 6.000 pesos.
– Hacienda de Guzunag grande y de Guzunag chiquito, de trapiche, con la estancia de Bayanag, y los sitios o hatos de Achimpata, Cayandeleg, Mallinag, por Chunchi.
– Hacienda de Pucará: 4.765 pesos.
– Hacienda de Casaiche – antes del matrimonio – por Chimbo: 15.500 pesos.
– Casas en Guaranda: 2.300 pesos.
– Hacienda de Ganquis: 7.000 pesos.
– Hacienda de Guamote: 6.200 pesos.
– Hacienda de Chimborazo: 10.540 pesos.
– Trapiche – 12.000 pesos -; molino y cuadras de tierra.
– Lanas y otros materiales en los Obrajes de San Andrés y de El Guayco.

Se hizo un arreglo con José Anselmo sobre esta herencia, a cambio de que no entrara a la herencia materna; la división y partición de los bienes que fueron de Juan Esteban se hicieron en 1736. Al realizarse la nueva tasación en junio de 1736, esos bienes rebasaban los 124.000 pesos.Se conoció más tarde que había vendido la hacienda de Casaiche, por Guaranda, al Capitán José de Santiago. El hijo sobreviviente, nacido en 1712, fue José Anselmo de Villavicencio. Tuvo una actuación destacada en la vida social de Riobamba. Alcanzó altos grados militares. Se casó con Doña Tomasa Pérez Guerrero, hermana de la esposa de Pedro Vicente Maldonado. Compró el título de Conde del Real Agrado. Una de sus hijas, Catalina, fue esposa de Don José Manuel de Larrea y León, tronco de una familia de gran trascendencia en Riobamba, los Larrea y Villavicencio, entre cuyos descendientes se cuenta a Don Antonio de Villavicencio, el Comisionado Regio designado para Nueva Granada, en 1810.

En abril de 1727, Doña Rosa se volvió a casar con Don Julián Mancheno de Ayala. Este caballero era hijo de Pedro Mancheno y de Catalina Toledano y Ayala; era natural de la villa de Zucaglo, en el Obispado de Cuenca. Para el matrimonio aportó él con un capital de 7.059 pesos. Aunque no hubo propiamente dote, entraron a los bienes las haciendas de San Juan y Chimborazo. (Costales habla de una dote de 16.500 pesos consistentes en Obraje, batán, molino, casas de vivienda, cuadras da alfalfa, ajuar). Don Julián Mancheno llegó a tener el grado de General. Ejerció varios cargos, relacionados con administración de Encomiendas de la zona. En octubre de 1731 obtuvo el cargo de Corregidor y Justicia Mayor del asiento de Chimbo. Fue alcalde de primer voto en 1734. Volvió a ejercer esa dignidad en 1752. Por compra y arreglo de la testamentaria del primer marido de Doña Rosa, pasaron a poder de Don Julián las haciendas de Casayche, en el asiento de Chimbo; La Calera (con un horno de cal y su mina), Ganquis y Tunshi. Llegaron a poseer el Obraje de San Andrés, que perteneció propiamente a Doña Rosa. Había sido un obraje de comunidad. Se hicieron nuevas construcciones y se añadió un molino de granos. Doña Rosa fue una gran administradora de sus propiedades.

El 5 de septiembre de 1741, con su esposo, vendieron la hacienda de Tunshi, en términos de Punín. La hacienda había sido comprada de los bienes de Juan Esteban de Villavicencio. En la escritura, la dama firma con los apellidos Maldonado y Palomino. En un documento de 1745, para probar la nobleza de su origen, ella dice ser bisnieta legítima del Gobernador Juan Sáenz de Aramburu, Caballero de Santiago. El 13 de febrero de 1746, ella y su esposo, con un grupo de caballeros concedieron poder a Ramón Joaquín Maldonado para que realizara gestiones en Quito sobre cobranza de tributos de indios. Al parecer, en 1747 la familia residía en su propiedad de Elén en el pueblo de Guano. Un escrito de junio de ese año es firmado por Doña Rosa en ese sitio.

El General Julián Mancheno falleció en Guano y fue enterrado el 8 de octubre de 1761, en la Capilla de Nuestra Señora de El Carmen, en una ceremonia oficiada por su cuñado, el Dr. José Antonio Maldonado. Tuvieron, en su matrimonio que duró 34 años, varios hijos muertos en temprana edad. Los sobrevivientes fueron: Mariana, Liberata Ana y Ventura. Los descendientes de Ventura, los Mancheno Chiriboga, tuvieron papel preponderante en las luchas por la Independencia en los inicios del siglo XIX. Después de entregadas las propiedades a sus 3 hijos, según un documento que hemos revisado, a Doña Rosa le quedaban todavía como bienes:

– Hacienda y Obraje de San Juan. Sobre esa propiedad se instituyó una capellanía, cuyo patrón y capellán fue su hijo Ventura.
– Las casas de teja, de altos y bajos, en la Plaza mayor, con 3 tiendas de arriendo en el portal, y todo el rico menaje interior. Precio: 4.800 pesos.
– Tierras de Pichán, en San Andrés. Las dejó a su nieta Rosa María de la Torre y Cocío, a la que dejaba también su cama.
– Hacienda de Ganquis con 677 vacunos y 2.252 ovejas.
– Casas y huertas de Elén, con frutales.
– Tierras en el valle de Tunshi.
– Una negra, una mulatilla y un mulatillo.

Los esposos Mancheno Maldonado poseían también la hacienda de trapiche de Agoyán, cerca de Baños. Don Julián informó que esa hacienda era montuosa, sin trapiche ni casas; y que él la había dejado aperada.

En documento de 1766 se dice que Doña Rosa es mujer sola y en edad bastante avanzada, “viuda de dos matrimonios”. Su firma en los documentos es ya muy defectuosa. En un escrito del 19 de diciembre de 1769 (Archivo de Riobamba, legajo de 1765), hay una carta de Doña Rosa, en la que ella habla de «un indio de mi Obraje…». Eso quiere decir que continuó en la administración de alguna de esas fábricas. También mantuvo las haciendas de San Juan y de Tunshi. Hizo testamento el 14 de abril de 1775. Debía tener 80 años, edad que no se alcanzaba frecuentemente en esa época. El día 28 volvió a hacer una pequeña memoria de testamento.
Falleció el día 29, a las siete de la mañana.
Dispuso ser enterrada en la Iglesia de La Concepción, al pie del altar del Señor del Buen Suceso.
Tenía, de acuerdo con la versión de Alfredo Costales Cevallos, una réplica de la imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la villa de Riobamba, de 1.80 varas de alto, en marco de plata cincelada. En su testamento la cedió a su hija Mariana Mancheno.
Hay inventarios de varias páginas con una larga lista de muebles y alhajas en su casa y en las haciendas.
La hacienda “Chimborazo” también fue de Doña Rosa Nicolasa, por gananciales de la dote entregada al primer marido de ella, Juan Esteban de Villavicencio.
En abril 1 de 1777 se hizo una división y partición de los bienes, entre los 3 hijos conocidos.

Entre las descendientes de esta familia habría que mencionar, por su actuación social, a una nieta de Doña Rosa, hija de Baltasar de la Torre y Cocío y de Liberata Mancheno Maldonado:
3.3.1.1.- Micaela Cocío Mancheno.
Fue bautizada en Riobamba el 2 de octubre de 1760-10-2, con intervención de dos jesuitas: el padrino, P. Xavier Duque, y el oficiante de la ceremonia, P. Agustín Moscoso.
Se casó en mayo 19 de 1777 con Don Ignacio Muñoz y Jorganes.
Desde 1781 la encontramos involucrada en un proceso en contra de ella y de varias personas. Se la acusa de recibir en su casa, en ausencia de su marido, a algunas personas, como Don Antonio Borrero (español, Ayudante Mayor de milicias de la villa, casado con Doña María Andrea Pontón), con las cuales se arman prolongadas fiestas nocturnas.
Esta dama, a través de esos documentos, se convierte en un modelo de «orgullo, altivez y desvergüenza», en opinión del Dr. Pedro Dávalos, cura de Cicalpa.
Por los escándalos que ha promovido, la han llevado al Monasterio de La Concepción, pero ha persistido en sus acciones, escapándose a Guano. Ha llegado, dice el sacerdote informante, «a la suma de la prostitución… con un morlaco, con Borrero, con uno que otro religioso, con Francisco Llaguno…».
En estas correrías aparecen también sus hermanos Antonia y Joaquín, una pariente de nombre Manuela Mancheno, la madre de esta Manuela, Doña Victorina de Ribera, etc.
No hace vida maridable en 1786.
Era prima segunda de María Chiriboga, de la que se habla muy mal en torno a Don Ignacio Barreto.
Eugenio Espejo debió haber conocido de cerca las andanzas de estas damas. En su libro de Defensa de los Curas, menciona a Micaela como tía de la Chiriboga, y dice que también fue deshonrada por Ignacio Barreto:
«…deshonrando en primer lugar a Doña Micaela Cosío, mujer noble, casada con persona de igual extracción…; y a… la memorada Doña María, sabiendo que esta es sobrina de Doña Micaela Cosío, su anterior concubina…».
Su hermano Joaquín se declaró enemigo de Barreto por estas relaciones.
Consta como fallecida ya en abril de 1788.

3.3.2.- ELENA MAGDALENA MALDONADO SOTOMAYOR

Al parecer, fue la tercera hija, y debió haber nacido hacia 1697 o 1698.
El primer dato recopilado es el de que, en mayo de 1715, al renunciar a su oficio de Alférez Real el Gral. Antonio Palomino Flores, uno de los designados para sustituirlo es Don José Dávalos. Se podría suponer que para entonces, ya estaba casado con Elena Maldonado, nieta del Gral. Palomino.
En todo caso, el Capitán José Fernando Dávalos consta ya como casado en julio de 1717. (Se trata de un papel de cuentas hallado en el Archivo de la CCE de Riobamba). Para el matrimonio hubo una dote, que Don José Dávalos devolvió a sus hijos en 1742.
En noviembre de 1718, los esposos Dávalos Maldonado vendieron una huerta en Elén, al Ayudante Juan de Avilés, con 5 mitayos, contigua a una huerta del Gral. Pedro Atanasio Maldonado.
Como su esposo desarrolló una intensa actividad económica y cultural, la señora Elena vivió, con su familia, en Riobamba y en diversos pueblos del Corregimiento, como Chambo (en donde nació su hija Magdalena en 1725), Químiag, Guano y la hermosa quinta de Los Elenes, tan ponderada por los que la conocieron.
Pero, Doña Elena Maldonado falleció muy joven, hacia octubre de 1732. Por datos que aparecen en documentos posteriores, a los funerales concurrieron sus hermanos Pedro Vicente, quien aportó con una cantidad de cera, y el Dr. José Antonio, el cual debió haber oficiado la ceremonia. De conformidad con las cuentas que se presentaron, el funeral y entierro fueron muy solemnes. Los gastos ascendieron a la suma de 1.185 pesos.
En este hogar nacieron y crecieron 5 hijos: Antonio Fernando, María Estefanía, Joaquín Felipe, Magdalena y María Josefa.
Nos vamos a referir a las 3 hijas mujeres.

3.3.2.1.- MAGDALENA DÁVALOS MALDONADO.

Fue la cuarta hija de esta familia privilegiada. La niña fue bautizada el 9 de febrero de 1725, en el pueblo de Chambo, por Fray Domingo Delgado, Cura y Guardián de esa iglesia. Chambo era un curato atendido por religiosos franciscanos, que habían construido un convento y una gran iglesia en ese lugar.
El que la niña haya nacido en Chambo se puede explicar por los datos siguientes: en enero de 1723, el Capitán Dávalos recibió, del rematador Miguel de Rodas Bermeo, la parte del cobro de diezmos del pueblo de Chambo, por dos años, hasta diciembre de 1724; y en mayo de 1723, el Capitán arrendó, por dos años, el Obraje de Chambo, que era de Doña María de Villavicencio.
En algunos documentos posteriores, de la iglesia de Guano, los nombres de esta dama son María Magdalena. Pero en la partida, aparece como Magdalena Antonia, aunque no solía usar ese segundo nombre.
No se tienen más datos acerca de la infancia de Magdalena. Desconocemos hasta qué fecha siguió viviendo la familia en Chambo, ni cuándo se trasladó a sus otras propiedades en Riobamba o en Los Elenes.
Los primeros años debieron haber transcurrido en el hermoso ambiente espiritual creado por sus padres y buena parte de la formación de esta niña y de sus hermanos se debió a la excelente biblioteca y a la abundante mapoteca que tenían en su atractiva quinta de Elén.
Como sabemos, en la familia de Don José Dávalos se cultivaban las artes, las ciencias  y las letras.
La afición que todos los miembros de esta familia van a demostrar por la cultura solamente se puede explicar por ese ambiente que reinaba en la casa familiar.
La gran formación cultural y artística (pintura, música, literatura, geografía, lenguas, ciencias) de las hermanas Dávalos Maldonado se debió en su mayor parte a su padre, al que un cronista llamó “el filósofo de la soledad”. Causa mayor admiración el nivel cultural de las hermanas Dávalos si se toma en cuenta que en esa etapa de nuestra historia, la formación educativa de la mujer era muy precaria.
Magdalena contrajo matrimonio a comienzos de 1738, con el capitán Juan Manuel de Lizarzaburu. Ella tenía 13 años, edad que se consideraba adecuada en esa época. En un documento, ella afirmó que no había recibido dote para este enlace. El esposo, de prestigiosa familia, era muy joven también, pues fue bautizado en la iglesia de Riobamba con los nombres de Juan Manuel Mariano el 4 de enero de 1723, siendo sus padrinos Manuel Díez Flores y Josefa de Velasco.
La boda, que fue espléndida y se prolongó por varios días, se efectuó en una casa de la esquina de la plaza mayor de la villa, según declaración de los testigos en un expediente de mayo de 1738, que hemos hallado en el Archivo de la Casa de la Cultura de Riobamba. Esta suntuosidad de la boda se confirma con las cuentas que presentó Don José en 1742, en las que constan 570 pesos en ropa que envió Don Ramón Joaquín Maldonado, tío de la novia, y otros 500 pesos que el padre gastó en encajes y otras cosas para el casamiento de su hija.
De acuerdo con estos datos, Magdalena estaba ya casada cuando el sabio francés Carlos María de La Condamine la conoció en la propiedad que tenía la familia en Elén, cerca de Guano, adonde viajó el académico varias veces, desde fines de 1738.
El más conocido y prestigioso miembro de la Misión Geodésica confesó su admiración por la gran cultura de los hijos de don José Dávalos. No mencionó a Joaquín Felipe, que se había hecho religioso de la Orden de San Agustín. Afirmó que todos ellos leían en francés.
Sus frases son muy elocuentes:
«Las artes y las ciencias son poco cultivadas generalmente; pero hay un pequeño número de personas depositarias del sagrado fuego…»:
En el Diario del científico, p. 66, que corresponde a 1738, se puede leer, por ejemplo:
“Nuestra estadía en Elén, en casa de Don José Dávalos, fue notable sobre todo por sus circunstancias. No habíamos encontrado en Quito más de 3 o 4 jesuitas alemanes o italianos que supiesen el francés; nadie lo hablaba en Elén, lo cual no tenía nada de extraordinario, pero todo el mundo lo entendía, al menos por escrito. El jefe de la casa tenía libros franceses, y sin hablar esta lengua, la había enseñado a sus hijos…”.
Según la apreciación del mismo académico, ellas también tocaban varios instrumentos y sabían pintar, pues se lee:
«Esto no era sino el preludio de lo que nos quedaba por ver en esta casa, donde las artes, poco cultivadas en la provincia de Quito, parecían haber encontrado su domicilio. Hallamos allí montado un torno, y muchas obras delicadas muy bien ejecutadas por la mano de estas jovencitas…».
Conocemos una última mención que La Condamine hace en su Diario de las «Musas Francesas de la provincia de Quito», como bautizó a las hermanas Dávalos Maldonado. Cuando en 1743 fue a despedirse de Don José Dávalos en Elén, antes de emprender el viaje de regreso a Europa, dijo:
“Fuimos juntos (con Pedro Vicente) a Elén, a despedirnos de su cuñado Don José Dávalos y de las Musas francesas de la provincia de Quito…”.
En 1740 Magdalena tuvo que deplorar el asesinato cometido en la persona del Dr. Antonio Fernando Dávalos, el primero de sus hermanos, que ejercía las funciones de Alcalde de primer voto de la villa. También perdió a su otro hermano, Fray Joaquín Dávalos, nacido en 1719 y fallecido al poco tiempo de haber sido ordenado de sacerdote.
Don José había dado a su hija Magdalena la casa de altos y bajos en la esquina de la Plaza Mayor, tras de la iglesia de La Concepción. Ella la vendió en 1750 a Don Sebastián Pérez de Villamar, marido de Mariana Mancheno Maldonado, prima de Magdalena.
En noviembre de 1751 Don José, que tenía ya el grado de Maestre de Campo, otorgó poder a su yerno para vender la casa chiquita, separada de la que dio a su hija Magdalena.
Por un documento de 1752 (Archivo de la CCE de Riobamba), en que consta la firma de Doña Magdalena en calidad de mujer legítima de Juan de Lizarzaburu, se sabe que Don José dio dinero a Don Nicolás de Legorburu para comprar dos «negras» esclavas para el servicio de la casa. Esas esclavas solían traerse de Panamá; en ese año, las «negras» llegaron a Cuenca.
Por el dato que sigue, nos hemos enterado de que el matrimonio entre Juan Manuel y Magdalena no fue muy feliz, lo que condujo a una separación, bastante anterior a 1756.
En un documento, muy deteriorado (Archivo de la CCE, Riobamba), de fecha 10 de septiembre de 1756, que se refiere a la herencia de su padre, Doña Magdalena y su hermana Doña Josefa intervienen en el trámite. Y al hacerlo, hacen constar que ellas actúan «sin venia, licencia ni consentimiento de sus maridos, por no hacer vida maridable con ellos muchos años ha, como es público y notorio…», de lo que da razón el Escribano.
Muerto su padre en 1756, y separadas de sus maridos, Magdalena y su hermana María Josefa fijaron su residencia en la propiedad de Elén. Allí las conocieron otros ilustres visitantes, como el P. Mario Cicala.
De manera imprevista, un viernes 7 de septiembre de 1759, a las 10 de la mañana, murió Don Juan Manuel de Lizarzaburu, sin hacer testamento, a la edad aproximada de 38 años, en su propiedad de Tunshi. El 9 de septiembre, según se puede leer en el acta respectiva, fue enterrado en la iglesia de Guano, en la Capilla de Nuestra Señora del Carmen. Ofició la ceremonia del Dr. Bernardo Falconí. En el acta se hace constar que murió en su hacienda de Tunshi, repentinamente, sin sacramentos. No hay información sobre presencia de Magdalena en el sepelio, pero es de suponerse que concurrió al acto, pues vivía en Elén
El matrimonio Lizarzaburu Dávalos tuvo solamente un hijo sobreviviente, de nombre José Antonio.
Doña Magdalena no quiso involucrarse en el asunto de los bienes de su difunto esposo; hasta renunció a la tutoría de su hijo, para no ser molestada con las inquietudes de los trámites. Ella vivía tranquila en Elén y no quería saber nada de los posibles bienes de quien fue su marido. En alguno de sus escritos afirmó que ella llegó sin dote al matrimonio, y que no había habido gananciales; que renunciaba a la tutela de los bienes que hubieran quedado, porque no quería exponerse al desasosiego de su administración. Daba a entender que solamente quería la paz en su retiro. Según sus expresiones ella deseaba
«no tener intervención alguna en el manejo de los bienes que quedaron por fin y muerte de su marido, pues por no poder pensionarse con ese afán desproporcionado al designio de su quietud y de la independencia que solicita por ser sumamente contraria a su genio la intendencia de negocios y dependencias de que no pudiera prescindir en el manejo de dichos bienes, con la complicación de intereses que necesitan de mucho afán y cuidado para arreglarlos y conservarlos,… apreciando el sosiego de su conciencia preferible a todas las conveniencias personales…».
Sin embargo, veinte años después, cuando el curso de la vida produjo cambios en la situación financiera, encontraremos a Doña Magdalena, entre 1779 y 1782, participando activamente en trámites relacionados con los bienes de sus tíos maternos.
Por los textos de los documentos en torno a la temprana muerte de Don Juan Manuel, se podría interpretar que el único hijo del matrimonio, José Antonio, nacido hacia 1740, vivió muy apegado a su padre. En una serie de escritos alrededor de este asunto de los bienes, daba a entender que a sus 18 o 19 años, no necesitaba tutela, porque desde los 13 años ha estado manejando los bienes y haciendas de su padre.
Doña Magdalena, a más de renunciar a la tutoría, le cedió toda la facultad y le traspasó todos los derechos para lo relativo a los bienes del difunto; al hacerlo, señaló «el buen genio, capacidad y entereza» de su hijo.
Los autores que han escrito sobre la vida de esta dama estiman que la personalidad de Doña Magdalena, mujer inteligente y virtuosa, influyó en la formación de ese único hijo, José Antonio, que ocupará un puesto de trascendencia en los hechos de la historia de Riobamba, especialmente en su reasentamiento en la llanura de Tapi en 1799; y que será el tronco de una gran familia Lizarzaburu, de actuación muy destacada en la sociedad riobambeña y nacional, hasta el siglo XX.
Un escritor casi contemporáneo, Don Juan de León y Larrea, en un artículo sobre José Antonio Lizarzaburu, publicado en Revista Municipal de Riobamba No. 24, se expresaba de este modo:
«Es de suponerse que su educación habrá sido esmerada, cual correspondía a la nobleza de su alcurnia y los sobresalientes dotes de sabiduría y especiales cualidades artísticas que poseía su madre. De ahí que José Antonio en su juventud ya era un hombre completo, de conducta intachable, cuya mayor satisfacción la cifraba en el deber cumplido»… «¿Quién como Lizarzaburu ha recibido mejor educación? Su grande madre, más que grande por sus virtudes, por su ciencia, por su asiduo trabajo, por su gobierno doméstico, hubiera merecido que le multiplicasen estatuas. Esa, de quien hubieran podido aprender sabiduría y virtud las más de las capillas y bonetes de nuestra provincia. Esa, que con una profunda humildad sabe disimular lo que sabe y lo que vale. Ella es la que en el taller de sus instrucciones formó a Lizarzaburu y sacó un hombre acabado en obrador tan precioso».
En algún otro texto se lee que «Su madre lo educó para la virtud y el bien».
Viuda ya legalmente, Doña Magdalena vivió los restantes 47 años casi exclusivamente en su casa de Elén, con esporádicas salidas a Riobamba o a Quito. Durante todo este tiempo, las relaciones con su hijo y posteriormente con su nieto Ignacio José, fueron excelentes.
La vida continuó en la paz del bello refugio de Elén, en donde seguían cultivándose las artes y las ciencias. Hay participación de Magdalena en diversos trámites, según lo hemos podido constatar en los papeles de los archivos. Por esos papeles sabemos también que la acompañaba en su retiro su hermana María Josefa, con la que compartió muchas cosas en una vida que parecía seguir rutas paralelas.
La situación económica no parece haber sido demasiado buena en esos años. La fortuna de los Dávalos, luego de la muerte de Don José, tuvo que haber venido a menos como consecuencia de la crisis general que afectó a la región en la segunda mitad del siglo 18.
El 2 de enero de 1761, las dos hermanas otorgaron poder a José Antonio Lizarzaburu (hijo de Magdalena) para vender la hacienda de trapiche de El Juivi, cerca de Baños, que perteneció a su padre. La venta de esa propiedad se hizo en 6.300 pesos a Don Gregorio Cano.
El matrimonio de su hijo José Antonio con Doña Mariana Benavides Lomas se había efectuado en forma solemne en Quito el 23 de julio de 1760, por el Dr. Fernando Sánchez, Marqués de Solanda. La velación y bendición nupcial se realizó el 10 de enero de 1762, en la iglesia de Guano, por el Dr. José Antonio Maldonado. Se debe suponer que Doña Magdalena estuvo presente en esta ceremonia, a la que concurrieron como padrinos los padres de la desposada.
La referencia a Magdalena y a María Josefa, del jesuita italiano P. Mario Cicala, el cual escribió su obra en Viterbo – Italia – en 1771, es como sigue:
«Las otras dos hermanas casadas también han sido dotadas por la naturaleza, además de su encanto, de otras rarísimas prerrogativas naturales: vastísima inteligencia y capacidad no fáciles de creerse… Las tres hermanas han aprendido música con perfección y tocan dulzainas y otros instrumentos musicales… Por sí mismas y sin maestros han aprendido el francés; lo hablan y escriben sin que ningún francés haya podido notar la más mínima impropiedad; por el contrario, han creído que habían nacido y educado en la misma Francia; muchos franceses no han podido creer en manera alguna que fueran ellas verdaderamente americanas, sino que nacidas en Francia, habían venido a América… Y su ilimitada ilustración en historia sagrada y profana, genealogía, cronología, en ciencias matemáticas, especialmente geometría, óptica, hidrostática, astronomía, geografía y topografía…».
Y el P. Cicala hace una detallada relación de la maravillosa erudición de las dos mujeres, en ese paraíso que fue la propiedad de Elén.
En esos años había ido a residir en la casa que se hizo construir en Elén el Dr. José Antonio, después de haberse retirado de su cargo de Cura Rector de la Catedral de Quito. Las dos hermanas le atendieron en los últimos años de la vida de este ilustre y sabio eclesiástico, que falleció y fue enterrado en la iglesia Matriz de El Carmen de Guano, el 26 de junio de 1765. En su testamento, el Dr. Maldonado reconoció y agradeció las atenciones y el particular cuidado que le habían prestado sus dos sobrinas, que se hallaban con falta de medios y en orfandad. Y las hizo albaceas y herederas de todo el remanente de sus pocos bienes,
«en correspondencia del particular cuidado con que me han asistido y en consideración de la falta de medios que padecen y la orfandad en que se hallan; atendiendo a su virtud y recogimiento, es mi voluntad que entren en la posesión y dominio directo de dichos mis bienes aunque cortos para lo que corresponde a su mérito, con la bendición de Dios y la mía».
Las frases del Dr. Maldonado confirman que la situación financiera de las hermanas que habitaban en Elén no era muy buena. La crisis general había afectado a la economía familiar.
Por esos años (1767) nació su nieto, Ignacio José de Lizarzaburu y Benavides, que será el origen de una familia muy numerosa y de muy destacada actuación en la historia nacional.
Pacífico Villagómez  afirmaba que Ignacio José era
«hombre de carácter que nunca claudicó y a quien hubo inculcado su abuela Doña Magdalena Dávalos el amor a la libertad de su patria, como su variada ilustración, tan encomiada esta por plumas extranjeras».
Según un artículo de Mercedes Villagómez Román («La Razón», 1932-6-4; y revista «Riobamba», Guayaquil, No. 4), Magdalena fue también nombrada albacea y heredera de su primo, Ramón Joaquín Maldonado, segundo Marqués de Lises. Por esta razón tuvo que viajar a Quito en 1770 y plantear juicio contra los otros herederos, los cuales ganaron la causa. (Pero, el segundo Marqués era Joaquín Gregorio; y este Ramón Joaquín Maldonado y Borja era sobrino de Magdalena).
Desde el 7 de abril de 1779 y hasta el 18 de septiembre de 1782, Doña Magdalena intervino en un largo trámite sobe la hacienda de Igualata, de la que había hecho dimisión la Condesa del Real Agrado, esposa de José Anselmo de Villavicencio y Maldonado, primo de Magdalena. Ella actuaba como patrona de la capellanía impuesta sobre esa hacienda por su bisabuelo el Gral. Antonio Palomino, a beneficio de los hijos del Conde de Real Agrado. La firma de esta dama consta en 7 escritos relativos a este expediente sobre la hacienda, para defender sus derechos y exigir el remate, que finalmente se otorgó a favor de José de León y Otálora, que también pertenecía a la familia (era primo). En todos estos trámites lo acompañó su hijo José Antonio.
En 1780 (el dato proviene de Alfredo Costales S., en «Los Maldonado»), se practicó el inventario de la biblioteca de Magdalena Dávalos. La información se halla en el Archivo Nacional de Historia/PQ.- Sección Testamentarias. Caja 160: «Sobre un débito a favor de la testamentaria de Don Francisco de Vida y Roldán contra Doña Magdalena Dávalos. 1780. Inventario de la librería de la dicha Dávalos». En el texto del documento consta la fecha de junio de 1781, y el trámite concluye el 20 de septiembre. Se transcriben en la obra de Costales los títulos de esa biblioteca, al igual que los de la de su tío el Dr. José Antonio Maldonado. Son más de mil obras, muchas de ellas en dos volúmenes; hay libros en francés y latín. El valor estimado de las dos librerías es de 5 mil pesos.
Sobre sus conocimientos y sabiduría, Pablo Herrera decía, en su obra «Antología de Prosistas Ecuatorianos», 1895, p. XXX:
«Doña Magdalena Dávalos, natural de Riobamba, llamó la atención de ellos (los sabios franceses) por sus conocimientos matemáticos y por el estudio que había hecho de la filosofía de Descartes».
Varios escritores como Federico González Suárez, Manuel de Jesús Andrade, Isaías Toro Ruiz, Alfredo Flores Caamaño, Julio Troncoso, Luis Felipe Borja, Manuel Ignacio Monteros, Arturo Andrés Roig, y otros, afirman que Magdalena Dávalos perteneció a la Sociedad de Amigos del País fundada por Eugenio Espejo en noviembre de 1791, como socia efectiva, o como socia honoraria, o como supernumeraria. La dama riobambeña aparece, efectivamente, entre los socios supernumerarios, en la lista de integrantes de la Sociedad Patriótica Amigos del País, en 1791, lista que consta en la Biografía de Espejo, de Manuel Ignacio Monteros. Alfredo Flores Caamaño afirma que fue socia «honoraria», junto con Zea, Nariño, Cuero y Caicedo… En un artículo de Luis Felipe Borja sobre «La mujer ecuatoriana», publicado en Gaceta Municipal de Quito, 1932, se escribe:
«… Artista del pincel y de la pluma, de la música y de la escultura, fue la única mujer que perteneció a la Sociedad Patriótica «Escuela de la Concordia», fundada en 1791 por Eugenio Espejo…».
Arturo Andrés Roig, en «La Sociedad Patriótica de Amigos del País, de Quito», Colección «Todo es Historia», No. 6, afirma:
«De la lectura de los socios de la novel institución no surge, sin embargo, sino muy marginalmente, la presencia de otros sectores sociales. En primer lugar, hemos de mencionar la mujer. Hay una sola, declarada integrante de la Sociedad, mas no como «Socio de número», sino como «Supernumerario», la conocida señora Doña Magdalena Dávalos, una de las mujeres más cultas del siglo XVIII ecuatoriano. Nada sabemos de su actuación en la Sociedad de Amigos, si bien la presencia de la mujer ilustrada, por obra sin duda del propio Espejo, tuvo interesante lugar en las páginas de «Primicias»…. Estaban, asimismo, entre los socios supernumerarios los neogranadinos Antonio Nariño y Francisco Antonio Zea…». (El autor cita a González Suárez, en su «Historia del Ecuador»).
Es un honor para Riobamba, indiscutiblemente, la inclusión de esta mujer en la lista de esa Sociedad que tuvo dimensión nacional y proyección internacional. No conocemos ningún otro dato sobre actuación de la señora Dávalos en esa corporación tan ilustre.
En 1794 Magdalena volvió a intervenir con un escrito relacionado con la hacienda de Igualata, sobre la cual su tío José Antonio estableció una capellanía a favor de su otra tía, la monja Teresa de la Asunción. Esa capellanía, a la muerte de la monja, pasaría a Magdalena. Cuando se conoció el texto del testamento, se aclaró que la memoria lega de 4.000 pesos, originariamente sobre Igualata, y luego repartida también a Elén, que el mismo Dr. Maldonado vendió a su cuñado Dávalos, tenía el patronato total de Magdalena, y de los réditos de la de Igualata tenía el goce la Madre Teresa.
En 1794 se había casado su nieto Ignacio José, con Doña Rafaela Larrea y Nájera.
Nuevamente en septiembre de 1795 intervino con unos escritos sobre sus derechos de sangre y sobre el perjuicio que se le había hecho en el remate de la hacienda de Igualata. Nombró como su apoderado a Don Manuel de Villarroel. Presentó su árbol genealógico, desde su tatarabuelo José de Villavicencio. Su opositor por los derechos de la hacienda, Mariano de Salazar, llamó a Doña Magdalena, cuando esta desistió de la causa, «tan discreta y sobria… prudente Abigaíl…».
Por una partida de bautismo del año 1796 en Guano, se sabe que Doña Magdalena crió a una niña de nombre María Dávalos. (El texto dice: «a quien la crió mi Sra. Doña Magdalena Dávalos”).
Se hallaba en Elén Doña. Magdalena cuando sucedió el fatal terremoto de 4 de febrero de 1797, que causó tanta destrucción en Riobamba, Guano y todos los pueblos del Corregimiento. Su hijo José Antonio y su nieto Ignacio José estaban en la propiedad de Ganzi, en términos de Penipe, de donde salieron para visitar en primer lugar a Doña Magdalena en Elén, en donde se habían producido también algunos daños. En el Informe que presentó José Antonio, precisaba:
“…así, pues, se condujeron a la hacienda de Doña Magdalena Dávalos, nombrada Elén, donde igualmente se hicieron espantosos los efectos del terremoto, habiéndose trasladado los terrenos, árboles y cortijos de una situación a otra; que se mantuvo algunos días en dicha hacienda de Elén…”
Y Doña Magdalena, que seguía de cerca las positivas actuaciones de su hijo en el reasentamiento de Riobamba, llegó a traspasar el siglo, y a bautizar bisnietos.
En 1 de mayo de 1801 hay un documento – que no está concluido – por el que se establece que Don José María de Chiriboga y Cisneros había formado una Compañía don Doña Magdalena Dávalos para el descubrimiento de minas en la Cordillera de Condorasto, en el puesto llamado Pongo del Inguisay. En la fecha señalada, el señor Chiriboga cede sus derechos a Doña Magdalena.
Uno de los últimos documentos en donde aparece el nombre de esta mujer, que se aproximaba a los 80 años, es de noviembre 27 de 1802.
«En 27 días del mes de noviembre de 1802 años, otorgó escritura de venta a censo Doña Magdalena Dávalos, a don Ignacio José de Lizarzaburu, su nieto, de una hacienda llamada Guismaute, que se halla en términos del pueblo de Penipe, jurisdicción de esta villa, avaluada en 800 pesos, los mismos que ha reconocido a censo con sus réditos correspondientes, como todo consta de la escritura a que me remito, otorgada ante mí, José de Segura, Escribano».
Doña Magdalena debió haber hecho testamento, que tampoco hemos descubierto.
La muerte de esta dama ocurrió el 8 de enero de 1806, en su propiedad querida de Elén, «oleada y sacramentada», como se acostumbraba decir. Fue enterrada en la iglesia de San Francisco, en Riobamba.
Esta información consta en el acta de defunción en el libro respectivo de la iglesia de Guano, y que fue descubierta por nosotros el 5 de septiembre del año 2000:
«En ocho de enero de mil ochocientos seis murió Da. Magdalena de Dávalos, viuda, quien falleció recibiendo los sacramentos de Penitencia, Eucaristía y Extremaunción, y se enterró en la villa de Riobamba, en la Iglesia de San Francisco, y para que conste lo firmo.- Fr. Manuel Moncayo». (Hay una rúbrica).

3.3.2.2.- DÁVALOS MALDONADO, MARÍA ESTEFANÍA

Nacida hacia 1720.
No sabemos si ese fue su nombre de pila.
Era la segunda hija, menor que Antonio, mayor que Joaquín y que Magdalena.
Sobre esta mujer, hemos logrado obtener los siguientes datos:
Hacia 1728, su tío el Maestre de Campo Nicolás Dávalos Larraspuru, hermano de José, le hizo una donación de 1.500 pesos cargados en la hacienda de Ipolongo.
En enero 30 de 1731, Don José Fernando Dávalos, padre y tutor de Doña María Estefanía, concreta la venta, contratada ya en 1728, previo inventario, de la mencionada hacienda en el asiento de Ambato. Era una propiedad de 12 caballerías con tierras de sembrar y potreros. El comprador fue Don Juan José Villagómez y Alarcón, primo de Don José. La venta se hizo en 2.500 pesos, de los cuales 1.500 eran para la beneficiaria. Cuando Don José presentó en 1742 las cuentas, estableció: «Más 1.500 pesos que se le deben a mi hija María, por la venta de Ypolongo a mi primo Don Juan de Villagómez».
En 1732 había muerto la madre, Doña Elena Maldonado.
A partir de 1738, Carlos María de la Condamine conoció a la familia Dávalos Maldonado en la hacienda de Sabañag y en la quinta de Elén. Los elogios que el francés tributó a las tres hijas de Don José, son muy conocidos. La que más se destaca en esas frases es la hermana mayor, María Estefanía, aunque no se consigna su nombre. Hemos transcrito ya la referencia del académico francés.
«La mayor reunía todos los talentos: tocaba el arpa, el clavicordio, la guitarra. el violín y la flauta traversera, mejor dicho todos los instrumentos que había visto; pintaba en miniatura y al óleo, sin haber tenido jamás un profesor. Vimos entre otros uno de sus cuadros de caballete que representaba la conversión de San Pablo, que contenía una treintena de figuras correctamente dibujadas, para lo cual había aprovechado de los malos colores del país. Con todos estos recursos para agradar al mundo, su única ambición era hacerse carmelita: para lo cual la retenía únicamente la ternura para con su padre, quien después de larga resistencia dio al fin su consentimiento e hizo su profesión en Quito, en 1742». (La Condamine, «Diario», traducción del P. José María Vargas, en su artículo «Contribución Ecuatoriana a los Estudios Científicos»).
Florence Trystram, en su libro «El Proceso de las Estrellas», no muy atinadamente, llega a sugerir que el sabio La Condamine se habría enamorado de esta jovencita, a la que trató en Los Elenes.
En un documento de 22 de diciembre de 1740 se habla de María Dávalos y de alguna propiedad que le ha sido asignada. (Suponemos solamente que se trata de la joven que luego se hizo religiosa).
El 13 de noviembre de 1741, en el bautizo, en Riobamba, de Juana María Josefa Dávalos y Velasco, hija del Cap. Fernando Dávalos y de María de Velasco y Villamar, actuaron de padrinos Don José Dávalos y su hija Doña María Dávalos y Maldonado, según la partida correspondiente. ¿Se trata de esta María o de María Josefa?
En abril de 1742 Don José hizo la división de sus bienes; por ese documento se sabe que la hija querida ha ingresado en ese año como novicia en el Monasterio de Nuestra Señora del Carmen de Latacunga, en la ciudad de Quito, con el nombre de María Estefanía de San Joseph.
El P. Mario Cicala, que estuvo varias veces en la propiedad de Elén hacia 1760, emplea términos muy elogiosos para referirse a las hermanas Dávalos Maldonado. Transcribimos las frases que se dedican a la monja carmelita, en su obra “Descripción histórico-topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús”:
«… la una, religiosa teresiana, en la que brillaban a maravilla los dones naturales: su capacidad, sabiduría, prudencia y discreción en las ciencias y en las artes manuales, particularmente del torno, en el canto y otras habilidades en las que se muestra muy diestra; con su eruditísima conversación encanta a los hombres más doctos y científicos; con sus manos hace cuanto se le pide en flores, recamados y todo, con la mayor perfección, finura y delicadeza. En lo espiritual es una fiel y diligentísima imitadora de la gran Santa Teresa, su Madre. Tiene una maravillosa pluma para escribir que ha dejado maravillados a los hombres más doctos y eruditos… Las tres hermanas han aprendido música con perfección y tocan dulzainas y otros instrumentos musicales… por sí mismas y sin maestros han aprendido el francés; lo hablan y escriben…».
Manuel Villavicencio, en su «Geografía del Ecuador» (1858), fue el primero de los escritores conocidos antes de que se publicara el libro de Cicala, en poner en claro que no fue Magdalena, sino María Estefanía Dávalos la monja carmelita y la autora de obras de arte que se conservaban en el Monasterio del Carmen. La cita se halla en la p. 182, en una nota al pie que dice:
«… y a la célebre María Estefanía Dávalos, religiosa del Carmen, en cuyo convento existen obras célebres de pintura y escultura que dejó dicha monja».
En la Guía de Riobamba, de Troncoso (1926) se habla de María Estefanía, religiosa carmelita, especial en las artes de la escultura y la pintura, pero se dice erróneamente que también era carmelita su hermana Magdalena.
¿Por qué entonces – preguntamos – se prolongó hasta nuestros días el error sobre Magdalena Dávalos, a la que se la ha hecho monja carmelita y autora de esas obras de arte?.
No hemos logrado más información sobre la vida de esta religiosa, ni sobre la fecha de su muerte.

3.3.2.3.- DÁVALOS MALDONADO, MARÍA JOSEFA

El nacimiento de esta última hija de la familia Dávalos Maldonado puede haber ocurrido hacia 1728-1729, por el dato de La Condamine, y por el documento de abril de 1742 sobre división de bienes, en que se afirma que María Josefa tiene ya más de 12 años. Habría que recordar que Magdalena, que es la penúltima, nació en 1725. Hemos hallado una partida en la iglesia de Riobamba, de 1729-9-24, en la que consta que se puso óleo y crisma a María Elena Dávalos Maldonado, que había sido bautizada a necesidad el mismo día por Doña Teresa de Aguirre, que fue también su madrina. No estamos seguros de que se trate de la misma niña, por la diferencia en el segundo nombre. Doña Teresa de Aguirre, guayaquileña, era la esposa de Don Nicolás Dávalos y Larraspuru.
Quedó huérfana de madre en muy tierna edad, porque la muerte de Doña Elena Maldonado la hemos estimado en 1732.
Los pocos escritores que se han referido a este tema afirman que no han encontrado ninguna información sobre esta tercera «musa francesa», en frase de La Condamine. Pero, en el Archivo de la CCE de Riobamba hemos podido recuperar algunos datos, con los que se podría hacer un esbozo de la vida de esta mujer.
En mayo de 1738 se casó su hermana Magdalena con el Cap. Juan Manuel de Lizarzaburu. En documentos sobre esa boda muy solemne, se menciona a María Josefa y se habla de una sirvienta de esta niña, una mestiza de nombre Nicolasa.
La referencia de La Condamine, que visitó la casa de esta familia en Riobamba, en Elén y en Sabañag, es elogiosa para las tres hermanas. María Josefa sería entonces la niña de 10 años que el sabio conoció por primera vez a fines de 1738, y de la que afirma:
«… Don Antonio tenía tres hermanas, de las cuales la menor era una niña de diez años: puede calcularse nuestra sorpresa al verle traducir a Moreri en cualquiera parte y pronunciar a buen ritmo en español todo lo que leían con la vista en francés…».
Según la apreciación del mismo académico, esta niña también sabía pintar, pues se lee:
«Hallamos montado un taller y muchas obras delicadas muy bien ejecutadas por las manos de estas niñas».
Se casó – suponemos que en temprana edad como era la costumbre, -antes de 1756,  con Don Gaspar Guerrero y Santa Coloma, vecino de Quito, hijo de Don Tomás Guerrero, dueño de la hacienda de «El Tambillo». El marido recibió una dote. En un escrito de 1761-11-12, María Josefa otorga poder para que demanden a su marido por haber invertido 1.500 pesos de esa dote, con perjuicio de los intereses de ella, en el mejoramiento de la hacienda de Don Tomás Guerrero, su suegro.
El matrimonio no fue feliz y terminó en separación, con un hijo, que nació en 1760. En este aspecto, se parece también a su hermana Magdalena, que se separó de su marido, en el que tuvo solamente un hijo. En 3 de septiembre de 1756, luego de la muerte de su padre, María Josefa y Magdalena intervinieron en los asuntos de los bienes que heredaban. Por el texto de uno de los documentos, que ya hemos citado, sabemos que María Josefa, al igual que su hermana Magdalena, “no hacen vida maridable con sus maridos muchos años ha, como es público y notorio…», Las dos hermanas otorgaron poder a su tío el Dr. José Antonio Maldonado, «miembro de la Real Academia de las Ciencias de París», para que vendiera la hacienda de El Juivi, de trapiche y cañaverales.
El 2 de enero de 1761, el marido de María Josefa se halló presente en Riobamba en un nuevo otorgamiento del poder de las dos hermanas a José Antonio Lizarzaburu (hijo de Magdalena) para vender la hacienda de trapiche de El Juivi, cerca de Baños, que perteneció a su padre. La venta de esa propiedad se hizo en 6.300 pesos a Don Gregorio Cano.
El 4 de noviembre del mismo año 1761, Josefa Dávalos, mujer de Gaspar Guerrero, ausente él en Quito, otorgó otro poder a un caballero en Lima, para reclamar y cobrar réditos de capellanías dejadas por uno de sus antepasados maternos, Don Juan Sáez de Aramburu, su tatarabuelo.
En estos documentos se pueden ver firmas de la dama. Por la información del P. Mario Cicala, que hemos puesto a propósito de Magdalena, se sabe que la señora vivía en Elén, junto con su hermana, en donde las dos disfrutaban de la grandiosa biblioteca que había ido formando su padre.
También hemos referido ya lo relacionado con el cariño con que las dos hermanas trataron a su tío el Dr. José Antonio Maldonado, que se hizo construir una casa en Elén después de haberse retirado de su cargo de cura rector de la Catedral de Quito. En el testamento del ilustre sacerdote se hacía constar que los réditos de una capellanía sobre la hacienda Igualata, a la muerte de su hermana Teresa, pasarían a su sobrina María Josefa. (Pero, al parecer, no pudo gozar de ese beneficio).
La hemos encontrado como madrina de bautismo, en la iglesia de Guano: el 5 de febrero de 1770, de Salvador Ignacio Chiriboga y Villavicencio; el 18 de septiembre de 1772, de su sobrina-nieta María Francisca Tomasa Lizarzaburu y Benavides, hija de José Antonio.
En 1779 María Josefa aparece mencionada por su hermana Magdalena en los trámites relacionados con esa hacienda de Igualata.
El mencionado escrito de 1779 nos da a conocer que el hijo del nada feliz matrimonio de María Josefa con Gaspar Guerrero se llamaba Ramón Guerrero Dávalos. Era entonces clérigo de órdenes menores, el único en la familia, y podría por tanto heredar los derechos de capellanías fundadas por sus antepasados. En los libros parroquiales de la iglesia de Guano hemos hallado el acta del bautismo de este hijo de María Josefa y su esposo Gaspar; lo bautizó por necesidad el día 30 de agosto de 1760 su tío abuelo, el Dr. José Antonio, y luego le puso óleo y crisma, el 31 de agosto; se llamaba Ramón Rosa. Fue su padrino el R. P. Maestro Fray Domingo Terol, dominico; y actuaron como testigos los frailes agustinos que laboraban en la iglesia, Narciso Delgado y Xavier Ramos. En 1783, el Doctor Ramón Guerrero fue padrino de un bautismo en Riobamba, y en diciembre 13 de 1784, en Guano, de un niño, hijo de Don Manuel Segura y Doña María Dávalos. También fue padrino en Guano (pero actuó en su lugar Don Manuel Segura) de un bautismo el 14 de mayo de 1788). Y en un documento sin fecha, pero que parece ser de principios del siglo XIX, se mencionan como herederos del Dr. José Antonio Maldonado a don José Antonio Lizarzaburu y a Don Ramón Guerrero y Dávalos, hijos de Magdalena y Josefa respectivamente.
Juan Félix Proaño se equivocó al afirmar que María Josefa fue también monja.
En diciembre de 1794 hay una Doña Josefa Dávalos, madrina de un bautismo en Punín. En un documento de septiembre de 1795 se hace constar como difunta a Josefa Dávalos. (Suponemos que se trata de nuestro personaje).
No sabemos más de esta mujer que perteneció a familia tan importante.

3.3.3.- NICOLASA AMBROSIA MALDONADO SOTOMAYOR

Esta hija de Don Pedro Atanasio debió haber nacido en Riobamba, hacia 1702 (Después de Ramón y antes de Pedro Vicente).
Su presencia en la vida social se inició con su matrimonio, que lo estimamos por 1718, con el caballero español, Capitán Don Pedro de Nájera y Vilches (Villchis, Villches), natural de la villa de Guelma, en el reino de Jaén, hijo de Don Diego de Nájera y Vilches y de Doña Luisa de Nogayar. Don Pedro de Nájera se incorporó a la sociedad de la villa de Riobamba. La fecha estimada del matrimonio se colige de la declaración de Don Pedro en su testamento, de haber estado casado por 26 años, y Doña Nicolasa falleció en 1744.
Hay una escritura del 13 de mayo de 1721 en que el General Pedro Atanasio da en dote al Capitán Pedro de Nájera, casado ya con Nicolasa Ambrosia, la suma de 10.390 pesos, especialmente en la hacienda de Ganquis. El esposo le promete en arras la décima parte de los bienes que llegare a tener «por la virginidad, virtud, sangre y calidades…» de su esposa.
Conocemos algunas intervenciones de esta dama en transacciones de adquisición de propiedades.
En mayo de 1727 Doña Nicolasa compró a su cuñado José Dávalos las casas que fueron de Juan Esteban de Villavicencio.
En julio de 1731, Pedro y su mujer compraron a José Anselmo de Villavicencio las haciendas de Guzunag Grande y Chiquito, con la estancia de Bayanag, los sitios de Achimpata, y el hato de Sablog, por Sibambe. También eran propiedades de Juan Esteban.
El 20 de noviembre de 1734, Doña Nicolasa compró la hacienda de Guacona, de 4 caballerías, a Don Francisco (Fernando) López Moncayo.
En 1735 Doña Nicolasa era dueña de huertas en Guamote y se quejaba de que el río le había robado algo de sus tierras.
Doña Nicolasa Ambrosia falleció en 1744.
A partir de 1747 los hijos Nájera y Maldonado tienen participación en la vida social de Riobamba.
En mayo de 1756 se hizo la división de bienes entre los hijos Nájera Maldonado, que fueron: María Jacinta, mujer en segundas nupcias del Cap. Pedro Guerrero y Ontañón; Comisario General Pedro; Sargento Mayor Carlos; Capitán Juan; María Josefa (menor de edad). Esta última se hizo monja concepta, con el nombre de María Josefa de la Luz.
Los bienes eran las casas en la villa en la Plaza Mayor y las haciendas de Guamote, Guacona, Sacomote, Guzunag y Bayanag. La hacienda de Ganquis le fue dada en dote, pero sobre ella había que entregar 2.000 pesos para la dote de su cuñada Isabel de San Luis, monja del Carmen de Latacunga, en Quito.
Por ser de la rama femenina, consignamos breves rasgos sobre las hijas de este matrimonio:
3.3.3.1.- María Jacinta de Nájera y Maldonado.
Fue mujer en primeras nupcias del Gral. Antonio Sánchez de Orellana, vecino de Latacunga en 1745, hermano del Dr. Fernando Sánchez de Orellana, Presidente, Gobernador y Capitán General de Quito.
Quedó viuda en 1752. No sabemos si hubo hijos de este matrimonio, aunque se señalan herederos del General Antonio Sánchez en 1754.
En segundas nupcias se casó con el Capitán Pedro Bernardo Guerrero y Ontañón, hermano de Josefa Guerrero, esposa de Pedro Vicente Maldonado; y de Tomasa Guerrero, mujer de José Anselmo de Villavicencio.
Era vecina de Quito. Vivían todavía en noviembre de 1766 (testamento de su padre). Tenían la hacienda y obraje de Isinche, en términos de Pujilí.
Anotamos lo siguiente, de un estudio de Fernando Jurado Noboa: Nicolasa Guerrero Nájera (podría ser hija de Pedro y María Jacinta) se casó en 1785 con Pedro Montúfar Larrea. Hubo una dote de 33.000 pesos. Adquirieron una casa junto al Carmen Bajo, en la que tenían muchas obras de arte.
3.3.3.2.-María Josefa de Nájera y Maldonado.- Josefa de Nájera y Maldonado es madrina de un niño Nájera y Vallejo, que debe ser su sobrino, en octubre de 1755. En 1758 adquirió una celda en el monasterio. En agosto de ese año ingresó como novicia de La Concepción. Profesó con el nombre de Josefa María de la Luz. Era difunta ya en noviembre de 1766.

3.3.4.- TERESA CASILDA MALDONADO SOTOMAYOR

Nacida hacia 1706.
Se casó en fecha anterior a 1727 con el Capitán Ambrosio de Velasco y Villamar, hermano del P. Juan de Velasco. Hubo una dote para este matrimonio.
El primer dato conocido es el de que los esposos Velasco Maldonado fueron los padrinos del bautizo del niño Juan de Velasco Petroche, el 6 de enero de 1727.
En abril 28 de ese mismo año, los esposos Velasco Maldonado, por no poder administrar los bienes heredados, vendieron la hacienda de Cuzúa y otras tierras, con manadas de ovejas, al Dr. José Antonio Maldonado.
En junio de 1727 se hizo la partición de los bienes dejados por Don Pedro Atanasio. Ambrosio de Velasco actuó como curador ad-litem de su cuñada Clara Maldonado, menor de edad.
El 25 de noviembre de 1727 se bautizó el niño José Antonio Velasco Maldonado; sus padrinos fueron los esposos Velasco-Petroche, padres de Juan de Velasco. Este hijo debió haber muerto en su infancia.
En enero de 1728 Ambrosio fue nombrado alcalde ordinario de la villa.
En 1728-11-1 se bautizó en Riobamba la niña María Manuela Velasco Maldonado; fue su madrina Doña Josefa de Velasco.
En febrero de 1729 vendió, con su esposo, un molino a Doña Catalina de Velasco, mujer de Don Gaspar de Mier.
Y, antes del año, en 1729-10-30 fue el bautizo de otra hija, Narcisa Mariana, que tuvo como padrino a Miguel de Velasco.
En octubre de 1730 los esposos Velasco Maldonado compraron un esclavo al Capitán Juan Cevallos y Mier.
Después de esta fecha, Ambrosio fue enviado por su padre a la ciudad de Lima con paños y telas provenientes de los obrajes de San Andrés, que arrendaba su padre. Se sabe que Ambrosio pereció en ese viaje y se perdió toda la mercadería que llevaba. No quedó caudal ni para cubrir el valor de la dote.
Sobre la descendencia de este matrimonio Velasco-Maldonado, tenemos los siguientes datos:
En 1727-11-25 se bautizó en Riobamba el niño José Antonio Velasco Maldonado; sus padrinos fueron los esposos Velasco-Petroche. Debió haber muerto en su infancia.
En 1728-11-1 se bautizó en Riobamba la niña María Manuela Velasco Maldonado; fue su madrina Doña Josefa de Velasco.
Y, antes del año, en 1729-10-30 fue el bautizo de Narcisa Mariana, otra hija, que tuvo como padrino a Miguel de Velasco.
Para agosto 20 de 1734 – fecha de la ceremonia de profesión de su hermana Clara Antonia -, Doña Teresa Casilda consta como viuda. La monja había renunciado en su hermana Teresa los bienes que le tocaban por herencia.
En los documentos del año 1737 sobre la muerte y sucesión de Don Ambrosio, comparece una religiosa concepta llamada María Magdalena de San Juan Bautista, que podría ser la superiora del Monasterio.
En enero de 1741 – usando Palomino como segundo apellido -, Doña Teresa otorgó, en San Andrés, poder a sus hermanos José Antonio y Pedro Vicente, para que realizaran en Quito gestiones sobre sus bienes dotales. Aparece en ese documento como tutora de su hija María.
Compró una esclava mulata – que fue de su suegro Juan de Velasco – de nombre Petrona Velasco.
En 1743 adquirió a su tío político, el Dr. Dionisio de Velasco, cura de Calpi, la estancia de «La Calerita» de San Juan, con un indio gañán, entre otras cosas. Esta estancia pasó a poder de su hija María Rosa de Velasco y Maldonado.
En septiembre de 1743 compró el terreno llamado Ingos, en San Andrés.
A partir de 1745 aproximadamente, la señora Maldonado viuda de Velasco vivía en unas casas que compró en la villa junto a la plazoleta de San Francisco. Esas casas estaban afectadas, como casi todas las propiedades en esa época, con censos a favor del Monasterio de la Concepción. Tuvo que afrontar muchos problemas en un largo juicio con las religiosas, en 1756, por no haber podido pagar lo adeudado por esos censos. En alguno de esos escritos, dice que por ese incumplimiento ha sido «excomulgada». Como el juicio se complicara, las casas tuvieron que ser enajenadas y rematadas.
En 1752 fue una de las personas que otorgaron fianza a Juan Fernando de Villavicencio para el desempeño del cargo de Tesorero de la Real Hacienda. Para ello, hipotecó su casa.
En enero 29 de 1756 vendió al francés Joseph Pastor (Pasteur) Rochier, un molino, con su huerta de alfalfar y frutales, etc., en el sitio de Elén, que había comprado a Don José Dávalos.
Una curiosa consecuencia de estos problemas, fue la de que para diciembre de 1756 Doña Teresa decidió ingresar como novicia en el mismo Monasterio de la Concepción en la villa, después de renunciar a sus propiedades.
En 1759 la Madre Teresa vendió media cuadra de terreno en Elén, con cimientos para molino, frente a la hacienda de Magdalena Dávalos.
En noviembre de 1762, en el testamento del Dr. José Antonio Maldonado, se establecía que su hermana Teresa debería gozar de los réditos sobre los 2.000 pesos de capellanía que quedaban en la hacienda de Igualata; este derecho pasaría después de la muerte de la Madre Teresa, a su sobrina María Josefa Dávalos.
En documento de 1765 consta como Monja profesa de velo negro y coro, y con el nuevo nombre de Madre María Teresa de la Asunción y Maldonado.
En enero de 1790 se realizó un acto especial en el Monasterio para la elección de Abadesa en la persona de la Madre Josefa de San Javier. Entre las votantes constaba la Madre Teresa de la Asunción.
El 1 de febrero de 1790, las dos religiosas conceptas, Doña Teresa de la Asunción y Maldonado y su hija Doña María de Santa Isabel Velasco y Maldonado, dieron poder para reclamar ciertas cantidades derivadas de la Obra Pía que dejó don Juan Sáenz de Aramburu, antepasado de la familia Maldonado en el Perú. El poder era para el Dr. Miguel de Tenorio Carabajal, residente en Lima.
Consta todavía con vida en 1794. En un escrito de ese año, solicitó el pago de los réditos de la Capellanía que fue creada por su hermano José Antonio sobre la hacienda de Igualata, porque «… en edad avanzadísima, necesita para alimentos y para reparar su celda arruinada».
La última mención que hemos hallado de esta religiosa es de 1795, año que puede suponerse el de su muerte, a la edad de casi 90 años.
También hubo dos descendientes de la rama femenina:
– 3.3.4.1.- María Rosa de Velasco y Maldonado. Mencionada en 1737 y en 1741. En marzo de 1779 tenemos a una persona de esos nombres y apellidos, que no sabe firmar; que es mujer de Manuel de León, ausente en Cuenca. En 1786, la misma persona, «pobre de solemnidad», mujer del mismo personaje, firma varias peticiones sobre la hacienda «La Calerita», en el valle de San Juan, términos de Calpi, que le ha cedido su madre, la monja Teresa de la Asunción, la cual la había comprado al Dr. Dionisio de Velasco. Tiene linda letra y parece que ella misma escribe los documentos. En 1787, ella vuelve a tratar sobre el asunto; dice que su marido, ausente por muchos años, la ha abandonado y repudiado. Vende la propiedad. (Podría ser hijo de esta señora Don Pedro Marcos de León y Velasco).
– 3.3.4.2.- La otra hija de Velasco y Maldonado (suponemos que es la que consta en 1737 como Narcisa) se hizo monja concepta con el nombre de María de Santa Isabel. Hemos mencionado ya a esta religiosa que en 1790 otorgó un poder, junto con su madre, para reclamar sobre una obra pía de uno de sus antepasados en Lima.
– Anotamos que hay una dama llamada Manuela de Velasco Maldonado, que para 1746 aparece como esposa de Juan de Villamar, y con descendencia. (Habría que averiguar su origen).

3.3.5.- ISABEL DE SAN LUIS MALDONADO SOTOMAYOR

Esta hermana de Pedro Vicente Maldonado debió haber nacido hacia 1708.
Se hizo monja carmelita, como era tradición en las familias riobambeñas. Es la tercera religiosa de la familia, pues también fueron monjas Clara Antonia y, al enviudar, Teresa Casilda.
Los datos que hemos podido obtener sobre esta dama, son los siguientes:
El 17 de agosto de 1723, su hermano el Dr. José Antonio, siendo ya cura beneficiado y vicario de la villa de San Miguel de Ibarra, presentó un escrito, por el poder que se le ha conferido, a nombre de su hermana Isabel de San Luis, novicia en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de nueva fundación, en Quito, próxima a profesar de velo negro y coro. Se le han señalado 2.000 pesos de dote: 1.000 pesos pagados ya a la superiora, y los otros 1.000 pesos para cuyo pago se hipotecan algunos bienes de su padre, especialmente los molinos de la villa y la hacienda de Igualata. (Sobre el pago de esta parte de la dote y los intereses, hay reclamos todavía en 1780 y más adelante). La priora y clavarias del Monasterio aceptan el documento. Firman: María Nicolasa del Espíritu Santo, María Basilia de San Ildefonso, María Magdalena de Jesús. (¿Será esta religiosa la Madgalena Dávalos, hermana de José Dávalos?).
Cuando en 1727 se hizo la partición de los bienes dejados por su padre, se la menciona como Madre Isabel de San Luis, carmelita descalza, en Quito, a la que se le habían dado 2.700 pesos de dote.
Según informa en su testamento de 1766 don Pedro de Nájera, esposo de Doña Nicolasa Ambrosia Maldonado, le había sido dada en dote la hacienda de Ganquis, pero sobre ella había que pagar 2.000 pesos para la dote de la monja Isabel; para poder pagar esos pesos, Nájera tuvo que vender la hacienda.
En ese mismo documento de 1766 se hace constar a la religiosa carmelita como difunta.
El P. José María Vargas la menciona como Isabel Maldonado y Palomino; y dice que su vocación se originó en la de su tía Magdalena Dávalos y Larraspuru. Pero, aclaramos que Doña Magdalena no podía ser tía de Isabel Maldonado; probablemente era hermana de Don José Dávalos y Larraspuru, marido de Elena Maldonado y padre de Magdalena Dávalos Maldonado.

3.3.6.- CLARA ANTONIA DE JESÚS MALDONADO SOTOMAYOR

Por todos los datos conocidos, se trata de la última hija del matrimonio Maldonado Palomino.
Su nacimiento debe ubicarse en 1712 o 1713, por lo siguiente: Cuando en 1727 se hizo la partición de bienes de su padre, Clara es menor de 25 y mayor de 14 años. Su curador ad-litem es su cuñado Ambrosio Velasco.
El 25 de junio de 1727, la parte que le tocó de herencia – alrededor de 4.000 pesos – quedó en manos de su hermano José Antonio, que debía dárselos cuando tomara el hábito.
El 20 de agosto de 1734 fue su profesión como monja de coro y velo negro en el convento de Carmelitas Descalzas en Quito, con el nombre de Clara Antonia de Jesús, María y San Pedro. Había recibido una donación de 1.500 pesos del que fue Obispo de Quito, Dr. Luis Francisco Romero, Arzobispo de Chacras. Fue Don Pedro de Nájera quien viajó a Lima para recaudar esa donación.
Pacífico Villagómez escribió que Clara profesó en 1734 en el Monasterio de La Concepción de Riobamba, lo cual no es cierto.
Renunció parte de sus bienes a favor de su hermana Teresa, que era ya viuda de Ambrosio Velasco.

3.4.- Otros miembros femeninos de la familia.

3.4.1.- La primera esposa de Pedro Vicente Maldonado: JOSEFA PÉREZ GUERRERO.

El 5 de febrero de 1730 Pedro Vicente contrajo matrimonio en Quito, con Doña Josefa Pérez Guerrero y Ontañón, en la morada del padre de la novia, el General Fernando Pérez Guerrero, con licencia de los curas rectores de la Catedral, en una ceremonia oficiada por el Dr. José Antonio Maldonado, que era entonces cura de Latacunga.
La partida de matrimonio, que consta en la obra citada de los esposos Costales-Peñaherrera, es del tenor siguiente:
«En la ciudad de Quito, en 5 días del mes de febrero de 1730, yo, el Dr. José Antonio Maldonado, cura vicario del asiento de Latacunga, casé, velé, según orden de nuestra Santa Madre Iglesia, por palabras de presente, a Don Pedro Vicente Maldonado con Doña Josefa Pérez Guerrero con licencia de los curas rectores de la Catedral, y con dispensación de las amonestaciones, habiéndose corrido una en el tálamo, a la puerta del oratorio de las casas de morada del Señor Gobernador de Popayán, a donde se celebró el dicho matrimonio, y las bendiciones nupciales; siendo padrinos la señora Doña Francisca Peñalosa Orozco, y el Capitán José Pérez Guerrero; así lo certifico y firmo en dicho día, mes y año. Dr. José Antonio Maldonado».
Se dice que Pedro Vicente recibió una dote de 4.000 pesos, cantidad más bien pequeña, si se compara con otras en el mismo estrato social. Pero, en la carta dotal y en el testamento, se hizo constar que la dote fue de 8.814 pesos de a 8 reales en moneda corriente, plata labrada, alhajas de oro y perlas, ajuar y demás bienes.
Él entregó en arras 2.000 pesos en la décima parte de sus bienes, a cambio de «la virginidad, calidad y honestidad» de la esposa, términos que se usaban siempre que se trataba de un primer matrimonio.
El padre de la novia era el General Fernando Pérez Guerrero y Peñalosa, nacido en Quito, hijo del Capitán José Pérez Guerrero y de Doña Francisca Peñalosa y Orozco. La madre era Doña Manuela de Ontañón y Lastra, hija del General Nicolás de Ontañón, Conde de las Lagunas.
El matrimonio duró 10 años. Se sabe que la esposa era un modelo de virtudes. Ella tuvo que enfrentar, con el apoyo de sus padres, el cuidado del hogar y la formación de sus hijas, mientras el esposo cumplía sus funciones de administrador y desarrollaba sus proyectos de camino a Esmeraldas y de mapa de la Real Audiencia. Los documentos revisados no proporcionan mayor información sobre la vida de esta dama.
Los esposos Maldonado-Pérez Guerrero tuvieron cuatro hijas, de las cuales solamente sobrevivió Juana. No hemos encontrado partidas de bautismo de estas niñas en los archivos de Riobamba y de sus pueblos, por lo que suponemos que pudieron haber nacido en Quito.
Doña Josefa falleció en 1740. La niña Juana quedó bajo la tutela y el cuidado de sus abuelos en esa ocasión y desde 1743, cuando el padre se ausentó del país.
El 3 de agosto de 1741, Pedro Vicente otorgó la carta dotal de su esposa fallecida, a favor de los padres de ella. El 22 de agosto se hicieron nuevos inventarios de bienes y alhajas, por la suma de 10.546 pesos, ante el Escribano Diego de Ocampo Lizón, a favor de los padres de la esposa.

3.4.2.- La segunda esposa: Ventura Martínez de Arredondo.

El matrimonio se efectuó 10 de marzo de 1743, en la ciudad de Quito, dos meses antes de su viaje a Europa. Ella era viuda del Capitán Don Juan Tomás Centeno del Villar; se había casado en Quito a fines de 1725 y su esposo había fallecido en 1739.
El 23 de abril otorgó Pedro Vicente la escritura de dote de este segundo matrimonio, en Quito, ante el Escribano Francisco de Arosteguí. Este documento contiene una larga lista de prendas de vestir. Ella aportó con 5.477 pesos en ropa y alhajas, más 2.000 pesos que estaban en poder de su cuñada, María Centeno del Villar. Él aportó en arras con 500 pesos, de la sexta parte de sus bienes, en muebles y alhajas, entregados a la misma María Centeno. Como dato curioso anotamos que entre los componentes de la dote consta una mulata, ausente, huida, tasada en 200 pesos, mientras que un par de zarcillos de diamantes vale 170 pesos, y un par de manillas de perlas se avalúa en 1.500 pesos.
No quedaron descendientes de este matrimonio. Pedro Vicente, en el poder que otorgó antes de su viaje, mencionaba la posibilidad de póstumo o póstuma.

3.4.3.- La hija: JUANA MALDONADO SOTOMAYOR.

Nacida hacia 1736. Quedó huérfana de madre a los 4 años, bajo la tutela de sus abuelos maternos.
Debió haber recibido la misma clase de educación que se daba a los hijos de las familias de alto rango.
Después de haber perdido a su padre en noviembre de 1748, la joven Juana, declarada heredera universal, tuvo que enfrentar su orfandad y los problemas que se presentaron sobre las propiedades y sobre la sucesión en la Gobernación de Esmeraldas.
La merced del Rey Fernando VI sobre la Gobernación de Esmeraldas era por dos vidas. La una ya se había malogrado en la capital inglesa. La otra le correspondía a la hija, Juana Maldonado, que a comienzos de 1750, se había casado con un español, el General Manuel Díez de La Peña.
Inmediatamente, en febrero de 1750, se pusieron a realizar las gestiones para la gracia de las dos vidas, a través de Procuradores, en la Corte de Madrid. Esas negociaciones no tuvieron éxito, por diversas razones, especialmente por los malintencionados informes enviados por el Virrey de Nueva Granada.
Doña Juana perdió a su esposo en 1803 y le sobrevivió un par de años. Ya anciana, el 13 de noviembre de 1804, hizo presentar en Madrid, mediante poder a García Serrano, una petición de ayuda, por estar en suma escasez y pobreza. Mencionaba la situación de sus hijos (Manuel ya era difunto) y nietos.
La petición de Doña Juana Maldonado fue remitida de la Corte, con fecha 12 de diciembre, al Virrey de Santa Fe, Antonio Amar y Borbón, el cual la conoció el 26 de agosto de 1805, y la despachó al Presidente de la Audiencia de Quito para el informe correspondiente.
Doña Juana hizo testamento el 24 de julio de 1805, ante Joaquín Rodríguez, según la información que consta en un artículo de Fernando Jurado Noboa, en donde se dice también que «pidió ser sepultada en la iglesia de La Merced y declaró que había comprado una casa en la esquina de la Plaza Mayor, al lado del Palacio Episcopal; poseía además la hacienda Atalpamba en El Quinche». La casa, en donde vivió con su esposo y su numerosa descendencia por muchos años, según el mismo autor, pasó después a ser propiedad del Dr. Rafael Rodríguez Maldonado.
No se nos ha proporcionado la fecha del fallecimiento; pero, en el documento emitido el 6 de noviembre de 1805 por el Barón de Carondelet sobre la petición de ayuda para Doña Juana, se hace constar que ella ha muerto.
Se dice que su muerte, ocurrida a una edad cercana a los 70 años, se debió a una enfermedad crónica, y que ocurrió en situación de pobreza.
Tuvieron solamente 13 hijos, 11 de los cuales murieron en tierna edad. Los dos que sobrevivieron se llamaron Nicolás y Manuel.
3.4.3.1.-  Nicolás de la Peña se casó con Doña ROSA ZÁRATE en 1795. Habían convivido desde hacía varios años. En 1795, Doña Rosa había enviudado de su primer infeliz matrimonio con Don Pedro Cánovas, y pudo oficializar su relación con Nicolás. El hijo, Francisco Antonio de la Peña, nacido antes del matrimonio, fue legitimado con él.
Nicolás fue uno de los más fervientes propulsores de la independencia de Quito entre 1809 y 1812, en el bando de los “Sanchistas”.
Después de la derrota en Ibarra a fines de 1812, Nicolás escapó con su mujer, con el Coronel Ramón Chiriboga y otros próceres, por las selvas de Malbucho, hacia Esmeraldas. Curiosamente, ese era el mismo camino que había intentado abrir su ilustre abuelo 60 años antes.
Apresados por orden de Juan Sámano en la Tola, o cerca de Barbacoas, según otra versión, Nicolás y su mujer Rosa fueron conducidos a Tumaco para su enjuiciamiento. Curiosamente también, su abuelo Pedro Vicente había defendido la jurisdicción de Tumaco para el Gobierno de Esmeraldas.
Nicolás otorgó testamento el 17 de julio de 1813, antes de ser llevado a la ejecución. Negó haber participado en la muerte del Conde Ruiz de Castilla; al contrario, afirmó que lo había defendido. Dejaba una hija natural, Mariana Borja, que se crió desde muy tierna en el Monasterio de Santa Clara.
Los dos esposos fueron sentenciados a muerte, fusilados y decapitados el 17 de julio de 1813, de conformidad con la orden dictada  el 18 de  marzo por el  Presidente de la Audiencia, Don Toribio Montes. Se cuenta que, cuando lo iban a fusilar, Doña Rosa dijo a su esposo: «Un patriota no tiembla ante la muerte».
Por orden del Presidente Montes, las cabezas fueron enviadas a Quito para exhibirlas en lugares públicos como escarmiento. Pero, según versión del escritor Celiano Monge, el Capitán Antonio Erdoíza, ambateño, que había sido amigo de Don Nicolás, y que entonces era Administrador de Correos de Quito, intervino ante el Presidente Montes para impedir esta acción, y lo consiguió.
El gobernador de Esmeraldas fue comisionado para sacar a remate en La Tola los objetos y alhajas de Don Nicolás de la Peña,  Doña  Rosa Zárate.
Es bueno saber que la cabecera del cantón Quinindé en la provincia de Esmeraldas tiene el nombre de «Rosa Zárate»
3.4.3.2.- El hijo de estos próceres se llamó Francisco Antonio de la Peña, patriota de nuestra independencia. Fue una de las víctimas de la masacre del 2 de Agostote 1810. Su esposa ROSAURA VÉLIZ ÁLAVA no resistió mucho a la tragedia; murió abandonada en 1813 en el sitio de San Pedro, por Esmeraldas, cuando escapaba con sus suegros. Había un retrato, según dato de Celiano Monge, de Doña Rosaura, obra del artista quiteño Antonio Salas, con esta inscripción:
«Falleció muy joven, oculta por ser perseguida y sentenciada a muerte por el Gobierno español.- 1813».
3.4.3.2.1- Del matrimonio DE Antonio De la Peña con Rosaura Véliz sobrevivió una niña, María Manuela de la Peña, nacida en 1808, y que más tarde se casó con un español de apellido Riaño. Sin que establezcamos todavía ninguna relación, anotamos que en 1865 el Dr. Domingo Antonio Riaño, obispo de Antioquía, fue el primer Administrador Apostólico de Ibarra.
El Congreso había concedido a María Manuela una pensión vitalicia. Murió a los 76 años, en 1884. Había un epitafio en su tumba con versos de Quintiliano Sánchez.
Según Isaac J. Barrera, en su «Historia de la Literatura Ecuatoriana»,
«Un viejo cuadernillo manuscrito, guardado piadosamente por doña Manuela de la Peña, descendiente de prócer, nos ha conservado la relación de las exequias que se celebraron el 3 de agosto de 1812…».
Cerramos aquí este ensayo sobre la rama femenina de la familia Maldonado Sotomayor, que lo hemos dedicado a la memoria de Pedro Vicente Maldonado en el tricentenario de su nacimiento. Hacemos una invitación a los estudiosos de nuestra historia para completar esta investigación.

Riobamba, noviembre de 2004

Fuentes de consulta

– Archivo Histórico “Juan Félix Proaño”, Casa de la Cultura, Riobamba.
– Archivo de la iglesia parroquial de Chambo, en el Archivo Eclesiástico de Riobamba.
– Archivo de la iglesia parroquial de Guano.
– Archivo de la iglesia parroquial de Riobamba, siglo XVIII.
– Cicala, Mario, S. J.- “Descripción histórico-topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús”. Manuscrito de 1771, en Viterbo, en 2 volúmenes. Edición en 1994, Quito, del volumen I, con traducción del P. Julián G. Bravo. Biblioteca Ecuatoriana «Aurelio Espinoza Pólit», Instituto Geográfico Militar. 670 pp.
– Costales Cevallos, Alfredo.-  «El sabio Maldonado ante la posteridad». Quito, 1948. CCE. 80 pp..
– Costales Piedad y Alfredo.- «Los Maldonado en la Real Audiencia de Quito». Quito, 1987. Edición auspiciada por el Banco Central. 220 pp.
– Flores y Caamaño, Alfredo.- «La primera figura científica de la Colonia». Quito, 1940. Escuela Tipográfica Salesiana.
– Jurado Noboa, Fernando.- Varios estudios históricos.
– Gangotena Jijón, Cristóbal de.- «Hidalguía de Dn. Pedro Vicente Maldonado». Documentos coleccionados por…- Riobamba, 1937-6-29, Ediciones «Siembra», Colegio Maldonado.
– González Suárez, Federico.- “Historia General de la República del Ecuador”, Tomo V.
– Herrera, Pablo.-  «Antología de Prosistas Ecuatorianos», 1895, p. XXX:
– La Condamine, Carlos María de.- «Journal du Voyage fait par ordre du Roi à l’Équateur».- París, 1751.- 2 volúmenes. «Diario del Viaje hecho por orden del Rey al Ecuador». En la Recopilación de José Rumazo, Tomo III.
– Ortiz Arellano, Carlos.- “Pedro Vicente Maldonado, forjador de la patria ecuatoriana”, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, noviembre 2.004, 340 pp.
– “Las Maldonado”, estudio inédito.
– “Magdalena Dávalos”, estudio inédito.
– Rumazo González, José (Recopilador).- «Documentos para la Historia de la Audiencia de Quito.- En torno a Pedro Vicente Maldonado». 8 tomos. Madrid, Afrodisio Aguado (I-II), 1949 (III-VII), 1950 (VIII).
– Toro Ruiz, Isaías.- «Biografías de riobambeños ilustres». (Citada por Julio Castillo J. en 1942, en la Monografía de Chimborazo, 1942).
– Vargas, José María.- «Historia de la Cultura Ecuatoriana». 2 Tomos. Se reeditó en Clásicos ARIEL, tomos 81, 83.
– Villagómez Borja, Pacífico.- Artículos varios en Revista Municipal, Riobamba.
– Villavicencio, Manuel.- «Geografía de la República del Ecuador», New York, Imprenta de Robert Craighead, 81, 83, 85 Center Street, 1858.- 506 pp.
– Zúñiga, Neptalí.- «Pedro Vicente Maldonado, un científico de América». Prólogo de Gregorio Marañón. Madrid, 1951.- Publicaciones españolas.- Fernando el Santo, 20.- 420 pp.-
Diarios y Revistas de Riobamba, desde 1909.


PALABRAS DE BIENVENIDA AL DOCTOR CARLOS ORTIZ ARELLANO

Dr. Fernando Jurado Noboa

Para la Academia de Historia es un verdadero honor el llegar a esta querida ciudad de Riobamba, centro vital y geográfico del país, con el objeto de recibir formalmente a un chimboracense distinguido que es el Dr. Carlos Ortiz. Si bien es cierto que entre  los miembros de Número de nuestra Academia figuran 4 riobambeños – el padre Julián Bravo, el Dr. Octavio Latorre y los Dres. Juan y Carlos Freile Granizo – todos ellos viven en Quito, este es el primer caso de un chimboracense residente en esta ciudad que se incorpora a la centenaria Academia fundada por ese Coloso que se llamó Federico González Suárez.

Carlos Ortiz nació en el pueblecito de Guanando y su edad no tiene la mejor importancia. Da igual, 40, 50 u 80, vamos a demostrarles la eterna juventud  de  este   hombre que  siendo  lingüista  tiene  ahora  otro  inmenso  acervo.  El  tiene  30  años  por  delante  y    30  años  productivos  e  intensos en   beneficio  de  la  cultura  nacional varios  autores  han  dicho  que  el  lugar   natal  con  su  entorno  ejerce   una  decisión  decisiva  en  la  formación  del  carácter  de  los   hombres.  En  el  caso  de    Guanando  y de  Carlos, este   acertijo es  evidente. Guanando  significa  Tierra  de  Plata,   y  esta   asentada   al  pie  del  temible   Tungurahua   que  desde   hace    siglos  a  destruido  crónicamente  sus  sementeras. Su  gente  ha  sido  desde   tiempo  inmemoriales experta   en  la  fabricación de  la  cabuya  y en  la   cría  del   nopal,  origen  de  la   famosa   cochinilla. Han  sido  además  viajeros   contumaces,  plata,  resistencia  y  tenacidad     son  valores  indudables  en  la caracterología  del   Dr.  Carlos  Ortiz.

Luego de   hacer    sus  estudios   primarios,  y  secundarios   el  Dr. Ortiz  escogió  a  la  lingüística  y   a  la  investigación  literaria   como  los  objetos  de   su  especialización en  su  calidad  de   maestro. Los  curso  en  la  Universidad   de   Cuenca, donde   tubo  la  suerte  de    contar   con  un  maestro de  la calidad    de  Gabriel  Cevallos   García, ese   enorme   azuayo  que   justamente impulso también  la   vocación  histórica   del  Dr. Juan  Valdano  Morejón,  secretario de  nuestra  Academia  de  tal  manera       que  la  primera  larvación en  materia   histórica se  la   debe  al  Dr.  Cevallos     allá       en  los  años   50.Por  otro  lado,  la  biblioteca  de  la  ciudad  del   Azuay  le  revelaría   la  obra   completa de    Jacinto Jijón,  uno de  los   primeros  Directores  de   nuestra  Academia  se   necesitaba    simplemente  el  momento  oportuno  para  despegar.

Y  aunque    que  la   emergencia   global en  búsqueda  de  la  historia  se   presento con   gran   auge en  los   años     90,  fue  precisamente   en  la década de   los   60  en  la  que  se  dio en  primer  esbozo y  esfuerzo  con  la   vida  Miguel Ángel  León. Sucede  que    Riobamba   había  tenido  una  gran  crisis  investigativa quizás  desde   los  años   40 con  la  obra   de    Julio  Castillo  Jácome  es  verdad     que  se   habían  hecho  otros  esfuerzos   focales o  muy   silenciosos. Los   archivos   tan  ricos  de   esta   provincia  solo  muy  de  tarde  en  tarde   recibían  la   visita    ocasional   de  algún estudioso. En  palabras  del  propio  Carlos ¨ese   vacío  en   la  investigación   histórica  me  retó a  ir   llenándolo¨.

Por   otra  esfera,  a  Carlos   le  preocupaba  inmensamente   la  realidad  acuciante  de   la   ciudad desde   el  punto de  vista  social.  Por  eso  en  los  años     60  era habitúe del  Café  21,   similar   al  de   los  Tzántzicos en   Quito  y   en   1960  sería   parte   del  grupo   de  los  Guamingas,  formado  por  escritores  jóvenes  y   que   querían   cambiar  la  fisonomía  cultural de  la  ciudad, encastada  entonces   en  algún  grupo    burocrático  pequeño.  No  hubo  éxito  en ese  momento, pues  los   ideales  generalmente   necesitan   años  de  luchas  para   consolidarse.
Mientras  tanto desde  los   60   a   la  actualidad el  maestro de  literatura  demostró  su  erudición  con  varias   generaciones  de   riobambeños.

Siempre  renovador, no  hallo  generalmente     buen  eco en  la   búsqueda  de  nuevos  caminos,   pero  de  hecho  esa   frustración habría  generado un   ímpetu d e   rebeldías    y d e  nuevos  caminos. Decía  líneas   atrás que  uno  de  los  secretos   de  Carlos   su    increíble   juventud.    pasadas   sus  5 décadas   empezó   ha   crear   u   fulgurante  proyecto   editorial    basado e n  la  luminosidad  de   sus  ideas, en  su  constancia  y  tenacidad  en  los  variados    elementos  de   análisis  y   síntesis  y  en  el   dominio  de  las  técnicas  del  lenguaje  y  hay   aun  otro  elemento  auque  Carlos   lo   cree  negativo   quizás   ha  contribuido   a  sus    gran  producción.  Nuestro  nuevo  académico es   un   trabajador  solitario.  De  tal  manera    que   puede   engullirse  las  horas    con   enorme  facilidad.


Su  bibliografía  desde  hace   13  años  es  la  siguiente:
1992. Riobamba  en  el  siglo  20.
1992: Riobamba  en     centro  de  la   Historia   Ecuatoriana
1994:  Chimborazo    Corazón  de  la   Patria (coautor
1995: Guano   Pasado    y  Presente
1996: Antología   de   escritores   de  guaneños
1997:  Hombre   Ilustres  e  Importantes  del  Cantón  Guano
1997: San  Andrés,  su  historia.- Biografía  de   Cesar  Naveda
1998: Vida   y  Obra  de  Jorge  Isaac  Montalvo
1999: Nomenclatura   Urbana  de  Guano
2000:  Una    Historia  de   Amor,  Isabel  de  Godin
2003: Presencia  de   Riobamba  en   el   proceso   histórico  ecuatoriano; trabajo  en   34  paginas  que  apareció  en  la    obra ¨ Riobamba,  Chimborazo  y  su  Gente¨.
2004:  Biografía  de   Pedro   Vicente   Maldonado.

Cargado  de    fichas   cuadernos   libretas  y  grabadora  según   su  tan   personal  estilo, Carlos  es   el  andante  caballero  de la   investigación  de  su  provincia.  Los   dos  grandes  archivos  de  la  ciudad   y  muchos  de  los  archivos   parroquiales en   silencio hombre   de  trayectos  antes   que  de  sueños,   tiene   varios  libros   inéditos y  otros   en  preparación.  La  academia  Nacional  de   historia  tiene  el  inmenso  agrado  de  anunciar  públicamente  que  dará  todo  su  apoyo  editorial  a  la  edición  de    su   obra – hoy  preparación- Sobre   la   Historia  urbana  de  Riobamba,  pues  tan  cuajada  de  belleza  arquitectónica  como  esta, no  puede  tener ausencia  de   su  propia  historia y   de  su  propia  trayectoria.
Carlos  tiene   además  el  inmenso  merito  de  poner  en  primer  puesto,   en  su  obra  y  en  sus   afectos   a  su  querida   familia.  A nombre    de  la  academia y  en   el  mío  propio,  al decirle  bienvenido  a  esta   vieja   cultural de  América,  digo  también mis   felicitaciones y  mis  parabienes  a  su   querida  familia, centro gravitacional  de  su  vida.

SEÑORAS   Y  SEÑORES
Quito  Abril   2005

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