Hermano, faltan cosechas
antes que el acabose germine
en el vientre de la aguja
e iniciemos el yaraví en otros campos…
G C A
Con suma de méritos el gobierno ecuatoriano, ha decidido entregar el premio “Eugenio Espejo” al poeta riobambeño, desde esta esquina de la periferia intelectual de un país con círculos culturales casi inexpugnables, abrazamos al hermano mayor, con absoluta honestidad, y esperamos que otros creadores fundamentales sean reconocidos antes que ‘el gran vacío inmigrante’ los exilie del respirar. Que la autoestima nacional tome vigencia de nuestros íconos referenciales en la construcción de los valores intangibles de la identidad y la cultura, esos valores que se forjan desde el arte.
Se van esas distancias que sembró una generación ingrata, con Euler Granda Espinoza, la voz viva más grande de la poesía ecuatoriana, ese nigromante de la piel diversa de la patria, que ubicando las palabras en el sentido fundamental de la existencia, ha forjado poesía sin falsos cantos a una felicidad que nos robaron entre brindis; sin el adulo rimbombante de ese anclaje al siglo XVIII, con que domestica la educación formal a los nuevos creadores.
El bardo, ese dios subterráneo (empero de haberme impuesto la premisa de no calificar, las palabras se vuelven inservibles, ante el repicar los versos en Caronte, porque hay que cruzar el infierno más terrible desde el yo y desde los otr@s, para que la poesía salga destilada y propia), a pesar de todos los signos no sabe que ha roto el ‘jamás’ de muchos, que se ha vuelto luz en el abismo de los amores y denuncia en la encrucijada del hambre; si porque Euler, fundamental y de otro tiempo no ha callado; y, la levedad de sus corazón, hígado y riñones no callará. Su voz, no mermará su canto y su compromiso con los vientos del mundo seguirá silbando.
Fuente: Palabra en Pie
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